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José Allen a Edgard Woog, México, 29 de abril de 1920. rgaspi, fondo 495, reg. 108, exp. 3, ff. 4-10.
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les como financieros. El Gobierno ha prodigado liberalmente el dinero a individuos como Linn A. E. Gale y Luis N. Morones, quienes, teniendo a su disposición papel, dinero y seguridad de obra, lograron inculcar entre los mejores elementos de trabajo, la idea de que los que formamos el grupo Comunista pretendíamos vivir a costa de ellos, los trabajadores. Como esto aquí, como en todas partes, ha sido frecuente, los trabajadores desconfiaron de unos y otros. Fue entonces cuando yo, habiéndome quedado solo con la Compañera Elena Torres, cuya labor es de enaltecerse, decidimos trabajar en otra forma. Con ese objeto, siguió funcionando solamente el Consejo Feminista Mexicano y la Oficina, de la cual desertaron cobardemente algunos elementos que se creyeron fervientes.
Sin dinero, vistos con desconfianza por los mismos compañeros trabajadores, nuestra labor tuvo que ser naturalmente dura; pero las circunstancias nos han venido a favorecer por medio de la lucha política que se ha venido a desarrollar, al declararse en rebeldía el Gral. Obregón, contra el Gobierno de Carranza, a quien acusan los rebeldes, de atentados contra las libertades democráticas, por la descarada imposición que ha tratado de hacer, en la Candidatura de Ignacio Bonillas para Presidente de la República.
Decimos que nos ha venido a favorecer porque ha hecho que nos acerquemos todos los elementos revolucionarios, cuya desconfianza o ambición de democratismo los hacía estar alejados de nosotros. Esos elementos, comprendiendo, por la experiencia, que era inútil soñar en que el cambio de “personalidades” en el poder, cambiaría la miserable vida del Proletariado, al cual muchos de ellos pertenecen, y sabiendo que ya nosotros estábamos perfectamente decididos a fomentar el revolucionarismo proletario, se acercaron a nosotros, manifestando su desencanto en las anticuadas ideas y convencidos de que nada podrá hacerse si nos dedicamos a prestar contingente de sangre y votos para sostener a los Hull