DemocracyStrikeWorking Class

2 ADELANTE EDITORIAL NUESTRO MOVIMIENTO SINDICAL.
Cuando en el título de esta nota hablamos de nuestro movimiento sindical lo hacemos con plena conciencia de lo que estamos diciendo.
Realmente el movimiento sindical es un patrimonio de todo el pueblo trabajador. Es precisamente por eso que es absolutamente justo que las organizaciones sindicales proclamen y hagan realidad su plena autonomía e independencia en relación con otras organizaciones o centros de poder no sindicales, como podría ser el Gobierno, las cámaras patronales, los partidos políticos o las iglesias. Pero esta independencia sólo tendrá sentido y cobrará eficacia si se asienta en una democracia sindical mucho más amplia y perfeccionada que la que actualmente existe. Sin democracia esa independencia será sólo un medio de garantizar el monopolio del poder a las cúpulas dirigentes.
Estamos seguros de no equivocarnos cuando afirmamos que la corrupción es uno de los peligros que amenazan al movimiento sindical.
El único antidoto contra este flagelo es el control democrático de las bases, que actualmente se ejerce muy defectuosamente. Por supuesto que al hablar de corrupción no se tiene en cuenta sólo la posibilidad de que se manejen mal las finanzas o que se utilice la influencia sindical para enriquecerse; lo más grave es la corrupción política de los que convierten los sindicatos en escala de su arribismo o instrumento de traición de los intereses populares para servir los apetitos electoreros de los partidos burgueses o los afanes de dominio de la Embajada de los Estados Unidos. De todo esto hay en esta viña del Señor, desgraciadamente.
Consideramos muy importante que ahora se hable muy frecuentemente de una política sindical, que sólo tendrá eficacia y logrará diferenciarse del electorerismo, si tiene en cuenta la imprescindible pluralidad política, religiosa y filosófica de los trabajadores y el carácter propio de sus intereses en el conjunto de la sociedad. El pluralismo no puede ser una máscara para ocultar intereses particulares.
El silencio ante los desmanes y la complicidad con las medidas fondomonetarista de los Gobiernos de Monge y Arias, es un buen ejemplo de lo que no debe ser una política sindical. La elaboración del Programa Económico Costarricense (PEC 1) es un brillante ejemplo de un proyecto político sindical acertado.
Los gobiernos del PLN lograron destruir una buena parte del movimiento sindical con medidas represivas, con disposiciones legislativas como la ley solidarista y con una gigantesca campaña ideológica contra el movimiento sindical. estos esfuerzos de los enemigos de los trabajadores hay que sumar los propios errores del movimiento sindical, entre los cuales vale destacar el desplazamiento interesado de algunos de sus dirigentes más probados, valientes y honestos. El canibalismo sindical sigue haciendo estragos, practicado incluso por muchos de los que de palabra se autoproclaman paladines de la democracia.
Esta realidad ahora pretenden ocultarla tras la mampara de la huelga bananera de 1984. Seguramente que en la conducción de esta huelga se cometieron errores. Nadie está a salvo de ellos y en algunos casos estos tienen una especial gravedad. También la cobardía y la indecisión conducen al error y en algunos casos, peor que eso, a la traición. Para que las nuevas generaciones no sean inducidas a error es bueno recordar algunos hechos relacionados con esa huelga. El más importante de todos es que la UTG era posiblemente la más democrática de las organizaciones sindicales del país. Todas las grandes decisiones se tomaban en Asambleas a las que asistía la inmensa mayoría de los trabajadores. Consecuentemente, la decisión de declarar la huelga fue tomada por los propios trabajadores después de más de meses de infructuosos esfuerzos por concertar la nueva convención colectiva y cuando la United decretó unilateralmente un misero aumento de salarios, irrespetando así la dignidad de los trabajadores y los derechos consagrados en la Constitución Política y en el Código de Trabajo. Además ha quedado probado, gracias a documentos emanados de la propia United Brands que esta compañía había decidido abandonar las plantaciones por la baja rentabilidad. No se debe olvidar, además, que la empresa estaba obligada a devolver el ferrocarril con sus anexidades en 1988, en perfecto estado de uso. Un pronunciamiento de la Procuraduría General de la República estableció que, como el contrato obligaba a la compañía a sembrar seis mil hectáreas, lo que nunca hizo, debía entregar el ferrocarril necesario para servir a esa superficie sembrada o indemnizar al Estado.
La compañía extranjera, la transnacional explotadora, necesitaba escaparse a las obligaciones millonarias que significaba la devolución del ferrocarril en las condiciones dichas y además, el cumplimiento del contrato en otros extremos.
Para eso necesitaba la complicidad del Gobierno y lo logró. Hasta el momento de la famosa reunión de oligarcas y vendepatrias en la Sala Kamakiri, el gobierno había mostrado, principalmente los Ministros Fernando Berrocal y Angel Edmundo Solano, interés en un arreglo de la huelga, sin servir pero sin traicionar los intereses de los trabajadores. Esa reunión marcó el viraje. Los Ministros dichos fueron cesados en sus puestos, se decretó la ocupación militar de la zona bananera y se inició una brutal represión que le costó la vida a los trabajadores Franklin Guzmán Cruz y Luis Rosales Rosales; otros fueron gravemente heridos, decenas o quizás centenares de viviendas allanadas, muchos fueron a las cárceles y varios miles quedaron desocupados.
Todo esto fue obra de la United Brands, de Luis Alberto Monge, Presidente de la República y de Danilo Jiménez Veiga, Ministro de la Presidencia. Ellos hicieron posible un finiquito, es decir una liquidación de los contratos con la transnacional que seguramente es el mejor negocio que haya hecho en toda su existencia de explotación. Es la misma compañía que cometió, entre muchos, el crimen contra el Gobierno democrático del Presidente Jacobo Arbenz, contra los trabajadores hondureños, contra nuestros hermanos ticos; es la compañía que inspiró el crimen del Codo del Diablo. Pero ahora resulta que para algunos dirigentes sindicales la compañía es angelical y a Monge y Jiménez Veiga poco les falta para que los canonicen, en tanto se descargan falsas responsabilidades sobre los heroicos dirigentes sindicales que resistieron todo tipo de ataques, con una valentía que será por siempre orgullo de la clase obrera costarricense.
La historia del movimiento sindical tiene que ser examinada con más seriedad y no servirse de ella irresponsablemente para enfrentar coyunturas políticas pasajeras.
Esa forma de utilizar la historia cambiando la verdad por la mentira es también una manifestación de corrupción.
La embestida patronal y gubernamental logró su principal objetivo: desproletarizar el movimiento sindical. Las consecuencias está a la vista. Por eso es que los trabajadores más humildes y todo el movimiento sindical deben ayudar a que los trabajadores de las empresas privadas recobren la libertad de organización sindical y de concertación de convenciones colectivas. Derechos que podrían perder los sindicatos del sector público si se llegaran a aprobar las reformas al Estatuto de Servicio Civil que se tramitan en la Comisión de Asuntos Jurídicos de la Asamblea Legislativa.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.