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ADELANTE Página DE LA PRENSA EXTRANJERA MANIFIESTO DE LA LA PAZ Obreros y campesinos, trabajadores de la ciencia, la técnica y la cultura, hombres de buena voluntad de todos los países: vosotros, a vuestra mente y a vuestro corazón nos dirigimos los representantes de los partidos comunistas y obreros de distintos países, reunidos en Moscú para conmemorar el cuarenta aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Todos nosotros recordamos bien las crueldades y los horrores de la segunda guerra mundial.
Cuando sus sangrientas huellas aún no han terminado de borrarse, sobre las casas de las tranquilas ciudades y aldeas se cierne ya el terrible fantasma de un nuevo conflicto, cien veces más destruvtivo. No hay en todo el planeta un país en que peligro de una nueva guerra no se cierna incesantemente sobre los hogares, no ensombrezca la alegría de vivir y no plantee angustiosos interrogantes. Qué ocurrirá mañana, qué dentro de un mes o de un año. Arderán otra vez nuestras casas en el fuego de la guerra y las bombas atómicas y de hidrógeno, destruyéndolo todo, nos traerán una muerte súbita a nosotros ya nuestros hijos?
Los pueblos tienen ya la experiencia amarga de dos guerras mundiales. Los hombres sencillos, en quienes más se ensaña el huracán de la guerra, saben que cada conflagración causa más sufrimientos que las anteriores, destruye más países, mata más gente, deja en pos consecuencias más terribles y duraderas.
La primera guerra mundial, provocada por las grandes potencias imperialistas y desencadenada por el militarismo alemán, quitó la vida a diez millones de seres humanos, arruinó la salud y dejó inválidas a decenas de millones de personas e hizo sufrir hambre y privaciones a pueblos enteros.
La segunda guerra mundial, cuyo principal promotor fue el fascismo alemán, arrastró a su vorágine no sólo a inmensos ejércitos, no sólo a soldados del frente: las bombas de aviación destruían ciudades abiertas, mataban a centenares de miles de pacíficos habitantes, y en las maz.
morras de los campos de concentración hitlerianos, así como en las cámaras de gas, perecieron millones de hombres, mujeres y niños. Enormes recursos materiales, con los que se hubieran podido construir miles de prósperas ciudades y alimentar y vestir a pueblos enteros, se invirtieron en la destrucción, en la muerte. La segunda guerra mundial devoró más de treinta millones de vidas humanas, sin contar los millones de hericios y mutilados, y, en sus últimos días, sobre ciudades abiertas japonesas cayeron las dos primeras bombas atómicas, palpable amenaza de exterminio humano masivo en el futuro.
No se requiere poseer los conocimientos de un sabio ni la fantasía de un poeta para decir que la siguiente guerra si los pueblos la dejasen estallar superaría todo lo que hasta hoy ha sufrido la humanidad. Los habitantes de Europa y de América, de Asia, de Africa y de Australia saben que el hombre ha domeñado fuerzas tan enormes de la naturaleza y posee medios tan poderosos, que su acción destructiva puede descargar en cualquier ámbito del globo terrestre. En la nueva guerra no habría ni un solo lugar en el que el hombre pudiera verse fuera de peligro. La llama de la guerra a base de armas termonucleares y de cohetes se extenderia a todos los pue.
blos y amenazaría con incontables calamidades a muchas generaciones humanas.
Los hombres sencillos del mundo entero, inrependientemente de su nacionalidad y de sus ideas políticas, independientemente de sus creencias rligiosas y del color de su piel, quieren vivir en paz.
Los hombres sencillos del mundo intero preguntan. Acaso el hombre cuyo victorioso cerebro arranca a la naturaleza todos los secretos y es cada vez más dueño de ella, acaso el hombre, que gracias a los satélites artificiales de la Tie.
rra, lanzados por los soviéticos, pronto podrá llegar a las estrellas, no sabrá conjurar la guerra e impedir su autodestrucción?
Nosotros, representantes de partidos comunistas y obreros, declaramos, conscientes de nuestra responsabilidad por la suerte de los pueblos: La guerra no es inevitable, la guerra puede ser conjurada, se puede defender y consolidar la paz.
Nos hemos reunido en la capital del país que hace cuarenta años abrió una nueva era en la historia de la humanidad. En 1917 triunfo en la tierra rusa, por primera vez en la historia, la re.
volución socialista. Los trabajadores tomaron el Poder y se marcaron el objetivo de destruir todas las formas de opresión y de explotación del hombre por el hombre. Bajo la dirección del Partido de Lenin, los obreros y los campesinos de Rusia inscribieron en sus banderas la consigna de la paz, a la que siempre han sido fieles. En el transcurso de sus cuarenta años de existencia, el País de los Soviets ha abierto a todos los pueblos el camino hacia la paz, ha tenido a despecho de todos los obstáculos acumulados por los imperialistas a la colaboración pacífica con los demás países, cualquiera que sea su régimen social.
En nombre de sus intereses vitales, los obreros de los países capitalistas participaron enérgicamente en la lucha por la paz. Esta noble causa tuvo el apoyo de todas las personas avanzadas del mundo entero. Sin embargo, las fuerzas de la paz no lograron preservar a la humanicad de una nueva catástrofe, de la segunda guerra mundial.
Dichas fuerzas resultaron insuficientes, y la Unin Soviética era entonees el único país que luchaba consecuentemente por el man tenimiento de la paz.
Hoy, nosotros, los comunistas, decimos que ahora se puede conjurar la guerra, que ahora se puede mantener la paz. lo decimos con toda seguridad, ya que la situación en el mundo es otra y otra es la correlación de fuerzas.
El País de los Soviets, nacido de la Gran Revolución de Octubre, ya no está solo ni aislado.
Después de la victoria sobre el fascismo se ha formado el inmenso mundo del socialismo, que cuenta casi mil millones de seres humanos. En su afán de paz y colaboración internacional, de coexistencia pacífica de los distintos sistemas sociales, marcha hombro a hombro con la Unión Soviética otra gran potencia socialista, la China popular. Por esos mismos fines pacíficos luchan las democracias populares de Europa y Asia.
El desarrollo sin precedente alcanzado por la industria, la ciencia y la técnica en la Unión Scviética y en los demás países socialistas sirve a la causa de la paz y es un poderoso freno al desencadenamiento de una nueva guerra.
Ha salido al palenque mundial una nueva fuerza: los pueblos coloniales, despertados por la. Pasa a la Pág. 5)BUSQUE EL FAMOSO Haga su compras en la Pulpería LA LUCHA de JUAN ARGUIJO PUNTARENAS Pan Leandro Barrio del Carmen MAGNIFICO SURTIDO DE REPOSTERIA VIDA RISUENA.
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