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Apuntes sobre mi viaje a la NUEVA CHINA por CARLOS LUIS FALLAS LA VIDA DE UNA MUCHACHA CHINA: La traductora de los visitantes bolivianos que hacían el recorrido con nosotros se llamaba ShiChi shien, una linda y modesta joven de 22 años de edad, aficionada a la pintura y a la música y muy interesada en aprender canciones latinoamericanas. Mientras viajábamos de Mukden a Nankin, una tarde, en el coche comedor, al terminar yo de tararear la música de una vieja canción guanacasteca, música que Shi Chi shien iba escribiendo pacientemente en su libreta de apuntes, a uno de mis compañeros se le ocurrió preguntarle que quería decir su nombre en español. Vanguardia. dijo la muchacha.
Sorprendidos, quisimos entonces conocer detalles de su vida. he aquí la sencilla historia de Shi Chi shien, tal y como ella nos la conto. Tengo una hermana mayor y dos hermanas y dos hermanos menores. Durante la guerra anti japonesa, fui mos a vivir a la provincia de Shechuán. Mi madre era empleada del Ministerio de Educación del gobierno kuomintanista. Cuando terminó la guerra anti japonesa tenía yo entonces trece años y había concluído ya la enseñanza primaria nos trasladamos a Nankin, e ingresé a un colegio de segunda enseñanza. Mi madre continuaba trabajando con el Ministerio de Educación; y mi padre era alli profesor de química y director de una escuela. Pero sus salarios eran tan bajos que no alcarzaban para las neeesidades del hogar. Mi madre tenia que trabajar de noche, haciendo ropa y tejiendo abrigos y calcetines. se vieron obligados a vivir en la aldea de Shin Mu kuan, en una casa de bambú, sin muebles, sin luz, sin agua y sin servicio higiénico. Días negros fue.
ron esos para mis padres, comiendo únicamente nuestro arroz sin sal mañana y tarde, porque sólo dos o tres veces al mes podían comprar un pedazo de carne. para mi también. Yo tenía derecho a la comida del colegio, pero allí igualmente sólo servían arroz y de mala calidad, mal cocido y lleno de granzas y piedrecillas.
Aunque mi padre era un kuomintanista militante, nuestra pobreza hizo que yo por ese tiempo simpatizara con el movimiento popular que agitaba la consigna de con.
tra el hambre y contra la guerra civil. Por esos días, en el Norte del Yantzé se empeñó una encarnizada batalla entre los ejércitos comunistas y los de Chiang Kai shek y mis padres resolvieron trasladar sus hijos a shí, al cuidado mío y de mi hermana mayor. después, siempre huyendo del avance comunista, nos trasladamos todos a Shanghai. En ese año de 1948, los ministros de Chiang Kai shek y los más destacados kuomintanistas comenzaban a huir, y mis padres se quedaron sin trabajo. Con sus últimos sueldos compraron una cría de patos, para ayudarse a vivir. Entonces, muchas veces, los oí renegar de la vida miserable que le imponían al pueblo los grandes señores. hablaban ya de la necesidad de un cambio radical en China. Pero no creían en la transformación que anunciaban los comunistas y vivían llenos de temor ante la inminencia de la victoria comunista. Yo también había aprendido entonces a odiar la sociedad en que vivía, por el relajamiento de las costumbres, por la horrible miseria en que vivían los más, por las injusticias que a diario se cometían contra los pobres y, sobre todo, por la falta de perspectivas. Qué esperanza se podía tener en el mañana. qué dedicar mi vida? Deseaba estudiar idiomas, era aficionada a la música y a la pintura. la pobreza me cerraba esos caminos! Pero yo también le tenía miedo a los comunistas, porque eran muchas y terribles las mentiras que sobre ellos propalaba el Kuomintang en su propaganda diaria. Durante los días que precedieron a la entrada del ejército comunista, la vida en Shanghai se convirtió en un infierno. Las desmoralizadas tropas de Chiang Kaishek, oficiales y soldados, antes de huir se dedicaron a saquear tiendas y almacenes. y a asaltar las mansiones de los vecinos pudientes; e intentaron destruir las fábricas cas y las instalaciones eléctricas y las plantas de agua potable. Los obreros organizados, abandonando sus hogares y armándose con lo que encontraron más a mano, corrieron a las fábricas y demás sitios amenazados y asi lograron impedir en gran parte tan estúpida destrucción. a pesar de esas criminales acciones de despedida, toda vía la víspera el Kuomintang se atrevió a inundar la ciudad con propaganda llamando a los vecinos a luchar contra el bandido Mao. Al día siguiente, muy temprano, sali a curiosear, ví como los soldados rojos avanzaban ordenadamente por las calles de la ciudad, cubiertos de lodo, vendados muchos de ellos, pero sonrientes todos. Me impresionaron mucho me dieron la sensación de ser gente humilde y respetuosa. Llovió, y ellos permanecieron en las aceras, sin pretender entrar a las casas; y no recibían nada de lo que espontáneamente les ofrecían algunos vecinos, sin pagar antes el precio correspondiente. Muy pronto hasta los más atemorizados vecinos se tranquilizaron. los estudiantes comenzaron a llevar soldados a las escuelas y alli los festejaban y aprendían con ellos cantos revolucionarios. Aunque todavía sin poder comprender bien lo que realmente estaba ocurriendo en China, para mi sí quedó claro entonces que aquellos soldados humildes eran verdaderos patriotas chinos que acababan de derribar con su empuje una mala sociedad. me alegró su victoria. mis padres, después de contrastar las pille rías de los kuomingtanistas con la honestidad de los so! dados rojos, y convencidos por las medidas que inmediatamente dictó el Partido Comunista en favor de todos los vecinos de Shanghai, de pobres y ricos, de amigos y enemigos, de budistas, católicos y protestantes, también se alegraron de que hubiesen obtenido la victoria los 00munistas chinos se dispusieron a colaborar con ellos. Después de la Liberación formé parte por algún tiempo de un conjunto teatral. En 1950 prosegui mis estudios secundarios. Como tenía amigos progresistas y también amigos conservadores, continuaba vacilando frente a la ideologia comunista. Pero me decidí al fin cuando los agentes del Kuomintang incendiaron la escuela en que había estudiado. Esto me indignó mucho y, comprendiendo que nadie tenía derecho a permanecer neutral en esta Página CUATRO Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica. Pasa a la Pág. 62)