Apuntes Sobre mi Viaje a a la NUEVA CHINA Por CARLOS LUIS FALLAS Hicimos por ferrocarril nuestro viaje a Tientsin, ciudad fundada en 1402 y que ha llegado a ser uno de los centros industriales y comerciales más importantes de China.
Entre paréntesis, hoy, bajo el Gobierno Popular, todos los ferrocarriles chinos, tanto los reconstruidos como los recién construidos, son magníficos, seguros y exactos en el cumplimiento de sus horarios. Personal atento bien entrenado, locomotoras poderosas, vagones limpios y confortables, y gran velocidad, que no se siente, por la bondad de las líneas y la pericia de los maquinistas.
En Tientsin, mis dos compañeros, nuestro joven intérprete Confucio y yo fuimos atendidos por dos funcionarios del gobierno local. Nos alojaron en el segundo piso de un antiguo pero muy hermoso y bien acondicionado hotel que, de acuerdo con lo que de inmediato pudimos observar, había pertenecido a europeos. Mientras comíamos con nuestros nuevos amigos, yo pregunté. Este hotel era de extranjeros y para sólo extranJeros. Si. Era de una compañía italiana dijo uno de nuestros anfitriones. Pero aquí se podían alojar también los señores chinos muy ricos o de mucha influencia política. Lo expropiaron ustedes. No, no! Aquí no hemos expropiado a ningún extranjero aclaró nuestro amigo. en tono muy suave explicó. La compañía dueña de este hotel, por ejemplo, debía mucho dinero por concepto de impuestos atrasados, de otros pagados sólo a medias y de otros cuyo pago total había sabido burlar siempre, así como por concepto de ilegales concesiones obtenidas a fuerza de soborno. Todas estas deudas, que en total representaban una suma enorme, aunque se produjeron en el antiguo régimen era dinero que se le adeudaba al pueblo chino.
Todas estas cuentas se le probaron y comprobaron debidamente a la Compañía. de acuerdo con eso y con el justo precio que a esta propiedad le fijaron los peritos, se hizo la operación, pasando el hotel a manos del nuevo gobierno de la ciudad como un abono a esas deudas, porque todavía quedó a descubierto un importante saldo que la empresa extranjera nunca se ha interesado en cancelar.
Sólo estuvimos dos días en Tientsin. En nuestros rápidos recorridos por la ciudad inmensa, populosa, con mu titud de grandes y modernos edificios, muchos vehículos y calles muy bien cuidadas, apenas pudimos formarnos una ligera idea de su vigoroso desarrollo industrial y de su intensa vida comercial. Pero así y todo Jogramos, en otros aspectos, captar detalles muy interesantes.
Durante esos recorridos, por ejemplo, con frecuencia oiamos decir a nuestros guías. Antigua zona inglesa. Antigua zona alemana. Antigua zona francesa. etcétera. Zonas aquí y allá, ubicadas todas en los mejores sitios de la urbe, para tranquilidad y deleite de los colonialistas que antiguamente las habitaban. en cada ima de ellas, multitud de espléndidas mansiones residenciales, con sus arboledas y sus jardines y rodeadas todas por altas verjas o sólidas murallas.
Antes, en esas zonas imperaba exclusivamente la arbitraria ley de los enriquecidos residentes extranjeros; y los chinos sólo podían llegar allí en condición de sir vientes. Hoy estas zonas son barrios habitados por hijos del país, bajo el imperio de las leyes nacionales; y en cada una de sus lujosas mansiones viven ahora cinco, diez y más familias obreras chinas. En una de ellas pudimos ves, a través de la verja, a un grupo de niños jugando alegremente en el jardín, y al fondo de éste, en ei amplio vestíbulo de la residencia, a una madre china preparando la comida.
También en esos recorridos pudimos observar como la mayoría de los automóviles en uso eran de fabricación inglesa y, sobre todo, de muy conocidas marcas norteamericanas. Hice yo una insinuación al respecto, y nuestro guía replicó con sencillez. Sí, las grandes empresas imperialistas, que antes monopolizaban casi toda la industria y casi todo el comercio de la ciudad y que utilizaban aquí a multitud de empleados extranjeros, nos dejaron al irse, entre otras cosas, sus automóviles europeos y norteamericanos, quo son bastante buenos y bonitos, no se puede negar. Ahora, como ustedes ven, estos automóviles le están prestando sus servicios al pueblo chino. Pero ya nosotros tenemos nuestras propias fábricas de tractores y de camiones y pronto también estaremos fabricando en gran escala nuestros propios automóviles.
También vimos aquí, tal como ya habíamos visto en Pekin, numerosos rickhaws en uso, corriendo uno por las calles y estacionados otros en diferentes sitios. LOS famosos rickshaws que yo había conocido a través do mis lecturas sobre la vieja China, tirados por humildes coolíes, pobres hombres sudorosos y fatigados siempre y siempre trotando bajo el sol y el agua y las nevascas!
En estos cochecillos de dos ruedas, que con frecuencia se utilizaban también para transportar pesadas cargas, por décadas y décadas pasearon sus ocios los burgueses chinos y los turistas extranjeros, para quienes, de acuerdo con las viejas costumbres, los coolíes no eran otra cosa que ru bestias de tiro.
Antes, los rickshaws pertencían a ricos empresarios que diariamente llenaban sus bolsillos con el sudor de ios sufridos coolies. a éstos muchas veces, después de pagarle al empresario el alquiler del día, no les alcanzaban los centavos obtenidos ni para comprar una mísera taza de arroz, Hoy los antiguos coolies. inde pendizados ya y organizados, con la ayuda del Gobierno le han agregado a cada cochecillo una moderna bicicleta. Ayer trotaban; hoy pedalean. Ayer tenían que lle sus fatigas los insaciables boʻsillos del empre sario; hoy todo lo que ganan les pertenece. Sin embargo, los rickshaws, a pesar de esa modernización, tendrán.
que ir desapareciendo poco a poco en la Nueva China, basta ser reemplazados totalmente por los automóviles. los antiguos coolíes. hoy independientes trabajadores del transporte, serán mañana choferes de sus pro pios automóviles de alquiler.
El caso de esos humildes coolies es el caso de toda China. Hoy, después de derrotar a la reacción nacional. Pase a la Pág. nar con página CUATRO Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.