Communism

Apuntes Sobre Mi Viaje a La NUEVA CHINA POR CARLOS LUIS FALLAS Quiero hacer hoy un paréntesis en esta serie de artículos, para contestar una carta que acabo de recibir.
fechada en San José y firmada por Elías Azofeifa No sé si se trata de un nombre verdadero o de uno apócrifo. En todo caso, me interesa la argumentación que parece ser sincera. En su carta. el autor se extraña de que yo me empeñe en presentar como justa y generosa la política seguida por los comunistas chinos en relación con los capitalistas y los terratenientes chinos. Dice ser evangélico y haber leído todas las informaciones publicadas por los misioneros evangélicos y los sacerdotes católicos que han logrado huir del infierno de la China Roja. denunciando, entre otros horrores, como los comunistas azuzaron a los campesinos ignorantes contra los legitimos dueños de la tierra, cómo organizaron monstruosos juicios públicos contra las familias que por siglos habían poseído y trabajado sus tierras, y cómo esos propietarios, por el único delito de ser ricos. fueron sumariamente ejecutados unos y otros despojados y convertidos en parias. El autor, en su condición de cristiano, no puede estar de acuerdo con esos crímenes. termina lamentando que yo, un costarricense, aunque comunista. me empeñe en disimularlos y en justificarlos.
No le merecen fe, pues, mis informaciones al autor de la carta Pero, como buen cristiano, si le merecen de las informaciones de los misioneros evangélicos y católicos. En consecuencia, le voy a transcribir aquí algunas de las informaciones que, sobre esos problemas en China, ha dado a conocer el Rev. Hewlett Johnson, Deán de Canterbury y uno de los más famosos dignatarios de la Iglesia Evangélica de Inglaterra, en su libro China en su nueva era creadora. publicado en español a printcipios de 1954 por la editorial argentina Mundo Nuevo El Deán de Canterbury visits China por primera vez en 1932, bajo el Gobierno de Chiang Kai shek. Entonces conoció allí a Rewi Alley, un técnico neozelandés que servía a las órdenes del Kuomintang como inspector de fábricas en Shangai, hasta el momento en que, asqueado por la cruel brutalidad demostrada por los extranjeros dueños de las fábricas aún co niños de tierna edad, se sacudió de los pies el polvo de sus fábricas y se Inarchó a Szechuan para enseñar a jóvenes chinos a marejar sus propias industrias. Veinte años después, en 1952, cuando sólo contaba el Gobierno Popular con tres años de existencia, el Deán de Canterbury visitó de nucvo China y de nuevo se enconíró allí con Rewi Alley.
Comentaron ambos, entusiasmados, los grandes adelantos obtenidos, la alegría de los campesinos chinos, la actividad febril que se observaba por todas partes. Alley dijo: Todo se ha transformado. La gente se ha transformado. Ni un pedazo de tierra se queda sin cultivar.
El campo prospera. Las poblaciones prosperan Etcétera. comentando los famosos juicios públicos. dice en su libro el Deán de Canterbury. Los juicios, efectuados en asambleas públicas en las que rindió testimonio la población local, revelaron hechos casi desconocidos para los extranjeros y visitantes, aún para Alley, que pasó veinticinco años en China y vivió por mucho tiempo junto a los muros aledañas de los señores locales, en cuyas residencias se habían cometido esos crímenes diabólicos. Alley recordó tres de esos juicios locales y concre tó los hechos revelados y confesados ante imponentes asambleas públicas. Caso Una vieja terrateniente confesó siete asesinatos directos. Con sus propias mands había asfixiado en el lecho a la mujer de su hijo. Con sus propias manos había arrojado atole hirviendo sobre una muchacha esclava suya, hasta que la muerte puse fin a los sufrimientos de la niña. Por decisión suya habían sido citadas en su casa gentes incapacitadas para pagar deudas y habían sido asesinadas allí. Caso ILUn terrateniente, cuya apariencia benigna ocultaba un carácter cruel y vicioso, había insistido en su derecha como terrateniente para practicar la primera noche con todas las novias del pueblo. eso que sufría de una enfermedad venérea, de la cual las infectó. Caso III. El más cruel y horrible de todos los casos, y casi increíble por su desenlace, fue el de un tercer terrateniente. Como le disgustara una cierta familia, determinó liquidarlos a todos. Asesinó a catorce de ellos. Posteriormente supo que un pequeño nieto, el último de la familia, vivía oculto en una población lejana. Descubrió al escondido y se presentó en el sitio donde se encontraba. El era hombre alto y fuerte, que pesabe más de cien kilos. Tomó cada pierna del niño con una mano y literalmente le partió en dos. No se atrevió a regar los hechos; en juicio público afirmó: Si, lo hice.
Refiriéndose al libro China conmueve al mundo. del escritor norteamericano Jack Belden, que no puede ser acusado ni de propagandista en favor del comunisme ni de exagerado en sus trabajos periodísticos. comenta e! Deán de Canterbury: Cuenta, por ejemplo, como en una población, en los momentos en que él se encontraba ahí, fueron exhumados veinticuatro cadáveres, que incluían mujeres y niños, de una fosa común donde habían sido enterrados vivos y donde después fueron medio descubiertos y comidos por los perros. Los terratenientes, dice Belden, enterraban vivos con frecuencia a quienes habían participado en la lucha por la reducción de las rentas. Si no encontraban a los hombres, enterraban a sus familias. Traza un cuadro espantoso de hombres enterrados hasta el cuello con los ojos saliéndoseles de los órbitas, pero vivos todavía, abandonados a una muerte lenta, incapacitados para defenderse de los insectos o los perros. agrega el Deán. El poder de los terratenientes se extendía no sólo sobre la vida de sus hombres, sino también sobre lost cuerpos de sus mujeres y su hijas. La institución de las niñas esclavas, el concubinato y el matrimonio forzado fueron inseparables del sistema feudal de los terratepientes chinos. Las niñas esclavas servían en las casas de los terratenientes, eran usadas como concubinas por sus hijos o vendidas a los comerciantes, para los prostíbulos de Shangai. Por qué, pregunté a Rewi Alley, los misioneros no nos dijeron estas cosas y no trataron de ganar nuentras simpatías para lo sucesivo contra ellas?
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