Yo Ordené Bombardear a Guatemala. CONFESO EL GRAL. SOMOZA EN REPORTAJE POSTUMO No lo diga mientras yo viva. advirtió al periodista venezolano Marconi Villamizar, redactor de la Revista ELITE.
La primera vez que vi al General Anastasio Somoza fue en Caracas. Entonces, rodeado de más de cincuenta periodistas, se mostraba amplio, pero también cauto. Tenía medido lo que iba a decir y hasta llegaba a animar las preguntas. Pregunten lo que quieran se complació en expresar, dando la impresión general del hombre seguro de sí mismo.
Las preguntas, efectivamente, le llo vieron pero él, escudándose en su sim pática sonrisa de siempre porque Somoza tenía cara bonachona supo en todo momento capear la situación ¿Elecciones? Si habría elecciones; además él era un presidente constitucional. Dictadura? Cuentos de camino cuentos de sus enemigos.
Esa vez Somoza, vestido de civil, con su cara redonda y pecosa, siempre sonriente, causó una buena impresión, aunque tal vez no convenció a nadie. El era ya muy conocido.
La segunda vez que vía Somoza fue en Managua, la capital de Nicara.
gua. Estaba en su redil, si es que se le puede llamar redil a un palacio rodeado de guardias por todas partes, menos por una que estaba más protegida con una laguna volcánica natural Lo vi en uniforme de militar. Un uniforme de campaña al estilo norteamericano: La entrevista fue en enero de 1955, dos días después de que cientos de revolucionarios marcharan sobre San José de Costa Rica, en un intento planificado por derrocar al presidente José Figueres.
Nosotros, mi compañero fotógrafo y yo, apenas tuvimos que hacer antesa.
la. La entrevista habíanos sido conseguida por el canciller, Dr. Guillerme Sevilla Sacasa. En los pocos minutos que esperamos en un sencillo salón sólo pudimos observar movimientos de oficiales de la Guardia Nacional de Somoza. Dos o tres veces nos preguntaron quiénes éramos.
Cuando fuimos llamados por el presidente, lo hallamos en un amplio salón, en el centro del cual había una mesa de forma ovalada. Sobre la mesa habían nueve ceniceros de todas las clases y tamaños. También vimos libros y cerca de seis libretas de apur tes.
Somoza, alto, corpulento, con la son risa en los labios, se adelantó a saludarnos. No hubo ningún protocolo. El General estaba en mangas de camisa y sudaba copiosamente. Pasen, pasen, muchachos. 2Y cómo me los han tratado? Bien, verdad. Cómo están las cosas por Caracas? Me gustó mucho Caracas. Tienen ustedes un gran pais!
Fue una serie de preguntas a las cuales no tuvimos tiempo de contes.
tar. Además no fuimos precisamente sino a preguntarle al General Somoza ciertas cosas que se comentaban sobre la guerra en Costa Rica.
Pero el General Somoza no tenía prisa. Es más, trató de hablarnos sobre las decenas de copas de premios deportivos que estaban sobre las vitrinas a todo lo largo de las cuatro paredes del salón. Se dice, General comenzamos a hablar que su gobierno ha ayudado a los revolucionarios de Costa Rica. Qué hay de eso?
Somoza entonces si se rió con ganas Se nos pareció en ese momento a Enrique VIII que vimos en cierta pelicula. Por fin dejó de reirse. Pero. quién ha dicho tal cosa?
No, no, no. Son decires de algunos que quiern crearnos problemas internacionales.
De pronto nos miró la cara con suspi cacia la suspicacia y la astucia lo ayudaron a conservarse más de veinte años en el poder. y decidió decir. Claro que ese Figueres no merece estar en la presidencia. Es sencillamente un cobarde ese presidente ta.
cones. Figueres le dicen sus enemigos Presidente Tacones porque efectivamente, usa zapatos con taconera alta, que él prefiere tal vez por su baja estatura.
Después Somoza se extendió en explicaciones que pretendían ser de orden político y táctico. Tenía preparados unos mapas en los cuales habían anotaciones sobre las fuerzas oficiales en los puestos fronterizos de Nicaragua con Costa Rica y también en las poblaciones próximas a la frontera. Aseguró que, pese a la revuelta costarri.
cense, su gobierno no se habéa preocupado por reforzar esos puestos fronterizos.
El General estaba completamente solo en el salón mientras nos atendía. Si acaso de cuando en cuando se paseaba un guardia por el pasillo próximo. Como nuestro fotógrafo, Manuel Antonio Lugo, no descansaba de hacer funcionar el clic de su cámara fotográfica, Somoza se volvió para comentar jocosamente. Caramba, gordito, cómo serías tú con una ametralladora en las manos!
Hubo risas, y Somoza, poco a poco se fue franqueando con nosotros. Con.
testando a una serie de preguntas, alcanzó a decir que apostaba lo que fuera a la revolució contra Figueres triunfaria. Entonces volvió a reirse pero socarronamente.
Como le confiáramos que en Panamá no habíamos logrado visa para volar a San José de Costa Rica y que nos interesaba seguir los acontecimien tos desde el propio frente, si era posible, y que estábamos dispuestos a penetrar en Costa Rica de cualquier modo, nos miró interesado dejó de un lado por un momento su cautela ca.
racterística.
Esperen, esperen, muchachos. Yo sé por qué se los digo. Dejen que la cost avance un poquito y entonces yo facilito todo para que se vayan por aqui mismo, por nuestra frontera. Pero, esc sí, todavía no.
Tampoco conseguimos con Somoza que nos permitiera llegar hasta la frontera. cuando lo intentamos, sin los salvo conductos necesarios, fuimos detenidos en la población de Rivas, situada a unos doce kilómetros de la frontera.
Parece que Somoza nos fue tomando simpatía. Por eso nos habló con gusto sobre el desafío que pocos meses antes, en la ocasión de otro intento de asesinato contra su persona, había he. Fasa a la Pág. 54)página CUATRO Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.