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evistó a Arbenz a Naturalmente, esta no es una crítica que generalice a todos los grupos políticos. Hubo, y debe decirse y denunciarse firmemente, vacilaciones y temores en los partidos políticos moderados, que obstaculizaron el desarrollo de nuestra actividad.
La táctica del paso atrás. Es conveniente ilustrar esto con algún ejemplo: En los días en que era más fuerte la campaña de pren sa contra Guatemala y cuando las acusaciones de ser una cabeza de puente del comunismo internacional estaban en su apogeo en América, los partidos políticos del centro, los más inconsecuentes, empezaron a impulsar la táctica del paso atrás. Esto era, poner fuera de la ley al Partido Guatemalteco de Trabajadores y demostrar así al imperialismo que realmente el Gobierno de Guatemala no tenía nada de comunista. Nuestra negativa fué terminante. Fuera de lo que significaba un paso así para la democracia guatemalteca, de la que tanto nos enorgullecíamos, poner fuera de la ley al PGT significaba romper el bloque interno democrático y abandonar uno de los puntales más firmes de la lucha contra el imperialismo y la reacción nacional terrateniente. Los hechos posteriores a la agresión han demostrado que teníamos razón. Los primeros gobiernos titeres pusieron fuera de ley al PGT, pero sin embargo, fueron cambiados también. La excusa del comunismo no era sino eso: una excusa. El interés del imperialismo consistía en explotar a su gusto a las masas trabajadoras y la libertad para que la United Fruit siguiera gozando de sus prerrogativas de superestado en todos los países de la América Central.
repartiera armas a las organizaciones populares y a los partidos políticos. Este jefe militar continuaba siendo hombre de mi confianza y con él fueron fijados los lugares y las condiciones en que se realizarían los repartos.
Esto fué terminante de mi parte. Los hombres de mi Gobierno y yo sabíamos que contando con un puebio armado, podríamos perfectamente luchar, no sólo contra los invasores, sino también contra nuestro propio ejército traidor. Sin embargo, estas órdenes nunca fueron cumpli.
das por el Ejército. El mismo coronel Díaz me comunicó que ya no contaba con la obediencia de los jefes de las tropas y el domigo en la mañana me dijo que los jefes militares le habían entregado para mí un ultimátum de finitivo y que a él lo habían invitado a una reunión que se celebraría en la Embajada de esa misma mafana, en la que negociarían las condiciones de la trai.
ción.
La situación política en esos momentos Pregunté a Jacobo Arbenz cómo era posible que el Embajador norteamericano desempeñara tales actividades sin que el Gobierno nacional tuviera conocimiento de ellas y cuál era la actitud de los partidos políticos e ese dramático instante de la vida guatemalteca. El trabajo del Embajador de los EE. fué Jo suficientemente correcto y sutil, como para que ninguno de los miembros del Gobierno, yo entre ellos, pudiera darse cuenta de su juego antes de la agresión.
Naturalmente, todos sabíamos cuál era la posición de la Embajada y el señor Peurifoy tenía bastantes antecedentes en otros países, en su contra; mas unca tuvimos ba ses concretas para acusarlo. Pero en los momentos mismos de la invasión, el Embajador Se sacó la careta y muchas cosas salieron a la luz. En cuanto a los partidos políticos, usted sabe perfectamente que en Guatemala se permitía la libre ac.
ción de todos ellos, aún de los que trabajaban abiertamente para destruir el régimen popular y constitucional.
Los partidos políticos que apoyaban al Gobierno eran de las más variadas tendencias. Entre ellos se hallaban algunos moderados y otros ultraizquierdistas. Mi Gobier no contaba también con el apoyo del Partido Guatemalteco de Trabajadores (Comunista. Mucho bulto se hizo sobre la participación de este Partido en las actividades de mi Gobierno, pero eso fué sólo la excusa exterior para la agresión. Entre los partidos, entre todos ellos, el Comunista tenía las mismas oportunidades que los de.
más. Debo declarar, eso sí, que a través de sus actividades, el Partido Guatemalteco de Trabajadores se dis.
tinguió siempre por la defensa intransigente de toda acción de Gobierno que fuera en beneficio de las clases trabajadoras. En este sentido fué un firme puntal de mi Gobierno. Nunca vacilo en criticar con firmeza todo lo que le parecía poco consecuente y fué su acción decisiva lo que mantuvo siempre, sin desviaciones, la unidad de los trabajadores en torno del Gobierno. En el resto de los partidos la situación no era de la misma firmeza, pues a menudo, a través de su trabajo, se veía surgir la presencia de intereses partidistas.
Peurifoy cantó victoria antes de tiempo Después de estas palabras, Jacobo Arbenz vuelve a los resultados de la reunión entre los jefes militares y el Embajador de los El coronel Díaz, de vuelta de la reunión, me dijo que se había decidido plantearme un ultimátum definitivo: tenía plazo hasta las cuatro de la tarde para aben.
donar la Casa Presidencial; debía entregar el mando a una Junta Militar que integraría tambié el coronel Diaz: y los primeros actos de esa junta serían: poner fuera de la ley al Partido Comunista y destituir a los jefes de la guardia judicial y de la guardia civil. Inmediatamente después de esto, la casa de gobierno fué ocupada por oficiales armados de ametralladoras.
en previsión de una defensa de tipo popular.
Así nos encontramos por primera vez, mi pueblo y yo, con la razón de nuestra parte, solos y absolutamente desarmados. Posteriormente muchos se han preguntado, por qué el pueblo guatemalteco no asaltó los cuarteles y se apoderó de las armas por la fuerza. Yo, con conocimiento de la situación, puedo declarar que eso habría sido un suicidio. Precisamente era eso lo que los militares reaccionarios estaban esperando. Los militares estaban preparados para realizar la mayor carnicería de la historia de nuestra patria, para postrar definitivamente y por largo tiempo, al movimiento popular de Guatemala. En lo que a mi respecta, descutí con Díaz las condiciones de mi retiro. Cualquiera tentativa de oponerse, no habría pasado de ser una aventura. Lo interesante era tratar de sacar lo que más se pudiera en provecho de la causa popular. Llegamos al acuerdo de que el mando no lo tomaría una Junta Militar, sino personalmente el coronel Díaz, con el compromiso ds continuar la lucha por la expulsión de las tropas invasoras del territorio nacional. Al mismo tiempo, mi renuncia no Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.