Communism

San José, 13 de Diciembre de 1953 ADELANTE COMENTARIO DE CINE Roma a la Once Acostumbramos ir muy pocas veces al cine. Además de caro, se ha vuelto insoportable, para no llamarlo de otra manera. Las películas yanquis, no obstante su alta técnica, han devenido en verdaderos mamarrachos. Los argumentos, especialmente, no pueden ser más detestables. Películas de gangsters, de guerra, de neuróticos, es decir, películas que reflejan el decantado modo de vida americano. son la mayoría. Las mexicanas y las argentinas no logran salir de la mediocridad. Nada que tenga claro sentido progresista logra puesto en la pantalla. Se ve claro que en los Estados Unidos los directores cinematográficos tienen horror de caer bajo la persecución McCarthy, de que se les acuse de Comunistas.
Se nos dijo insistentemente por parte de personas de buen criterio que debíamos ir a ver Roma a las Once. que era una película fuera de lo corriente, verdaderamente una gran película y fuimos a verla.
Efectivamente el cine italiano ha llevado a la pantalla, con Roma a las Once. una imagen realista de la vida en la Ciudad Eterna, en la cede del cristianismo mundial. La gente está acostumbrada a pensar en Roma a través de las imágenes que recibe de la Ciudad del Vaticano. La cree una ciudad piadosa, que huele a incienso, una ciudad de cardenales, curas, monjas, seminaristas, monaguillos y otros personajes de la fauna eclesiástica. En Roma a las Once se nos presenta la vida del pueblo de Roma tal cual es en la realidad, la que discurre oculta tras de la pompa y el beato religiosos, la que se oculta debajo de los monumentos.
Todo ocurre porque un señor que solicita una mecanógrafa tiene la ocurrencia de publicar un anuncio so.
licitándola. La cita para dar el empleo es a las once. Pero las mujeres comienzan a llegar, para coger campo. durante la noche.
De manera cuando despunta el alba, ya hay cola esperando. Llegan mujeres de todas las edades y de todas las procedencias. Hay adolecentes que se piensan emplear por primera vez; hay mujeres maduras y hay ancianas. Hay mujeres de origen campesino, que vienen incluso de aldeas lejanas. Hay hijas de nobles y generales arruinados. Hay prostitutas que odian su sucio negocio y que buscan afanosas una manera honesta de ganarse la vida. En general, de las conversaciones que entablan las mujeres se colige que la mayoría tiene meses de andar en busca de trabajo. Muchas llegan con sus maridos, también cesantes, que las dejan para ir ellos a dar su vuelta también en busca de empleo. Algunas llegan con sus padres y abuelos que permanecer seu tados por ahí esperando que de esta vez su hija o su nieta tenga buena suerte.
En las horas de la mañana la cola va creciendo, y surge los incidentes de siempre, pues todas quieren mejorar de puesto. Cuando se acerca la hora ya hay más de doscientas. Una curiosa pregunta a una empleada de la oficina que hizo publicar el anuncio cuántas plazas hay. La respuesta es desconcertante no hay más que una sola plaza. Sin embargo, las mujeres no se desaniman. La necesidad es sin duda extrema, pues ni una sola se mueve de su puesto cuando corre la noticia de que hay solo una plaza.
De pronto llega el empleador. El barullo es enorme y con dificultad logra entrar sin que le hagan daño. Lucgo un inquilino abre el portón de la casa donde está la oficina y como una avalancha las mujeres penetran.
La escalera que conduce al segundo o tercer piso donde se va a examinar a las aspirantes al empleo se llena con doscientas o más mujeres. Otras quedan en el patio de la casa.
Al poco rato de comenzar las pruebas, una muchacha desesperada que tiene mucho tiempo de no tener trabajo y cuyo marido también está cesante, rompe la fila y entra a la oficina a ofrecer su prueba. Las otras oyen que escribe a máquina con gran destreza. Al salir hay un incidente. Le reclaman haberse adelantado.
Hay pleito, la escalera cede y se derrumba. El desastre es indescriptible.
Llegan las ambulancias. El rescate de las heridas es difícil. Pero al fin van siendo sacadas de los escombros las mujeres heridas y golpeadas y trasladadas a un hospital. El cuadro es terrible. Poco a poco los parientes acuden en busca de los suyos.
La policia entra en acción. Se trata de encontrar al responsable del desartre. La investigación es compleja. Quién tiene la culpa. será el dueño de la casa que alquila un inmueble ruinoso. Será el arquitecto que dejó la escalera en falso. Será el empleador que puso en movimiento, con un anuncio engañoso, varios centenares de mujeres para un solo empleo?
La pista conduce a la pobre mujer que rompió la fila y dió lugar así al incidente. El pleito que ella suscitó fue lo que trajo la caída primero de la balaustrada y luego de la escalera entera.
Mientras la investigación en busca del culpable avanza, en el se hacen presentes los redactores de los periódicos y los locutores de radio con sus micrófonos a control remoto. En medio de la tragedia, ellos están en su oficio y en su negocio. Así, la prensa y la radio comienzan a informar. Las mujeres se enderezan en las camas donde están siendo curadas para usar el micrófono y dar sus impresiones. Una de ellas aprovecha para dar a conocer su bello canto.
De pronto, corre la noticia de que una de las accidentadas ha muerto. Entonces la investigación de la policía se hace más severa. Además, hay que buscar al responsable para que pague la curación de las accidentadas.
Aparece en escena el marido de la pobre mujer que rompió la fila y a quien se trata de hacer responsable ae lo ocurrido. El se encara a la policía con odio y con firmeza. Hace ver que su esposa no tiene más delito que querer trabajar para ganarse la vida. El jefe de la policia se ve precisado a dar por terminada la investigación. Nadie, tiene la culpa.
Sin embargo, de todo el argumento se desprende cun si hay almien que tiene la culpa. Ese alguien es ei orden social que permite que haya millones de desaru Para a la Pás. 7)
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