Carmen LyraManuel MoraSocialismURSS

San José, 28 de Junio de 1953 ADELANTE SAN JOSE. PEKIN (Crónica de un viaje a la Primavera de los Pueblos)
Por ADOLFO HERRERA GARCIA 000nes Cuando le digo a Eduardo que el papirusa (cigarrillo) soviético me sabe a diablos, se queda viédome muy asustado lo acerca a su nariz y lo huele. después afirma que en realidad, no tiene buen aroma. Yo lo axamino detenidamente. Es un cigarrillo largo con una boquilla de cartón fino. Pero el cuerpo del cigarrillo en si la parte que contiene tabaco, es apenas las dos tercer33 partes de un cigarrillo corriente niestro. Si le quitáramos la boquilla de cartón, nos quedaría un cigarrito chiquito. Sin embargo, se echa tanto humo. como con uno de los nuestros que tienen más tabaco. Por qué? Porque uno se fuma en el cigarrillo soviético nasta la última brizna de tabaco, sin miedo a quemarse los labios porque la boquilla acartonada es muy larga. De es.
ta manera, las chingas que se botan no tienen tabaco, no son en realidad chingas. sino boquillas de cartón vacías. Aquí no se bota el tabaco en las inmensas cantidades que lo botamos en Costa Rica todos los días en todas las chingas. Fué mi primera experiencia del no desperdicio socialista. me gustó mucho. Con sólo esa boquilla larga, que además le dá elegancia al papirusa. se economiza la Unión Soviética una tercera parte de tabaco de todos los cigarrillos fumados diariamente en la sexta parte del mundo: miles de rublos diariamente. Fumando aquel papirusa en el avión soviético, con un vaso de te en la mano, comprendí que esta gente tiene ganada la partida.
Si eso es con el tabaco ¿que tal con el acero y el petróleo? Si asi economizan el tabaco, si así lo acuidan 2c0mo cuidarán la vida del hombre, la alegría del niño, ia paz de su patria? que este razonamiento no le suene a propaganda de fanático a nadie. Es la observación objetiva de un periodista tico volando sobre Minsk.
les de Ejercito Rojo les echan una mirada por encima, y uno de ellos, en inglés y en francés, nos pide que saquemos todos los libros que llevamos. Así lo hacemos. Entre los libros que yo llevo para el largo viaje noches y días en el aburrimiento de los avioestaba la edición de Manuel Aguilar de las obras completas de William Shakespeare, perteneciente a Carmen Lira que Manuel Mora me regaló cuando regresó de México. Con mis libros y folletos hacen un paquete aparte, que me entregan, sellado, para que no lo abra sino en Moscú. No sé las causas. Quizás sean reglamentos especiales para evitar la entrada de interatura ilegal, ahora que pasarán por la Unión Soviética, rumbo al Congreso de la Paz de China, cientos de personas de todos los países y de todas las clases socales.
La verdad es que nadie se incomoda. la verdad es que nadie se mete después a averiguiar si uno abre o no abre el paquete. Me dió la impresión de un tramite burorrático sin mayor importancia.
Cuando yo palpé el paquete de los libros, sentí que el grueso tomo de Shakespeare no estaba. Entonces me volví a uno de los oficiales y le dije en eglés que quizás se le habia olvidado devolvérmelo. El oficial se apenó mucho y le habló al otro. Entre los dos, ya chillados, confusos, comenzaron a buscar por todas las mesas de la aduana. Mi libro no aparecía. Yo lo aprecio mucho. En mi cara se leía casi la angustia. ellos se apenaban más. Finalmente, yo levanté una punta del paquete de mis libros, y ví que allí estaba. Qué había pasado? Que me lo habían abierto para que no abultara y así iba acomodado muy bien; pero yo no le notaba grosor por estar abierto. entonces el apenado fui yo. El primer oficial, comprendió mi vergüenza, se me acerco, me puso una mano en el hom, bro y me dijo. Shakespeare es lo mejor de la literatura inglesa Yo lo aprecio mucho. Yo también. Qué es lo que más le gusta?
Quizás Macbeth. a usted. El Rey Lear. También es estupendo.
Con ese cruce de nalabras, recobre la calma. Resultaba que mis primeras frases con un miemhro del Fiército, Rojo en la Unión Soviética, versaba sobre las obras de un genio inglés. además aquel militar, que ceguramente había visto la muerte muy de cerca, me hablaba sobre Shakesneare con cordialidad dera evitarme un hochorno mavor. Cuifural moralmente, la conversación era muy significativa. Aquel militar del Ejército Roio era un hombre culto y bondadoso. este homhre, vestido de civil no se lo imagina uno nunca con las faldas afuera. ni menos con una camisa de minequitos como la de Míster Truman o la de Foster Dullas, cuando juega golf entre pillería y pillería.
EN MINSK.
Descendemos en un aeropuerto que está lleno de aviones. Hace un poco de frio. Sacan de nuestro avión :0das las valijas. Avanzamos hacia el edificio. gris, alto, con grandes ventanas cubiertas con terciopelos castaños, Arboles que están desnudos ahora. Ha llovido. Casi en la entrada, en un rincón en la primavera debe ser un jardín, hay una estatua de Lénin. Es el Lénin que han popularizado los retratos de 1919. Lénin con los pantalones a rrugados, Lénin con el cuello de la camisa medio iorcido, Lénin con gorra, Lénin con sus ojillos vivos y re lampagueantes llenos de malicia, con una mano tida en lo bolsa del pantalón, de chaleco, casi feliz en la mañana del retrato. allí está en Minsk. entre árboles, entre flores, dominando la entrada al eartico de la aduana. Yo me impresioné. Es la primera estatua de Ilich que veo en mi vida. me quedo parado frente al monumento, con los ojos muy abierzog, creyendo que estoy soñando junto al Torres, a la pa.
del cafetal de los Vargas, allá en sabanilla.
meSHAKESPEARE EN EL EJERCITO ROJO.
En la aduana de Minsk, que es la entrada a ja Unión Soviética, se abren todas las valijas. Dos oficiaCONTINUARA Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.