ADELANTE San José, 21 de Febrero de 1953 San José. Pekin (UN VIAJE LA PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS)
Por ADOLFO HERRERA GARCIA Adelante se sienta un francés joven que trabaja en Vene experiencia turística y nos da pequeños consejos: ese botón zuela con la Royal Dutch. Va a ver a su esposa y a su hijo. es para bajar el asiento a fin de estar cómodo cuando se en París. En la billetera lleva el retrato de ambos. Me lo tiene sueño. En el lavatorio hay máquina eléctrica de afeimuestra. Una mujer trigueña, con cara de buena. un chi tar. No pidan manzanas porque están muy resecas; las pequito como de cinco años, llena de colochos la cabeza. Ni a ras están mejor en este viaje. Pueden quitarse los zapatos ella ni al hijo les gusta Venezuela, por lo que viven en Pa. para dormir; cuando se viaja es más cómodo ir descalzo.
ris Una vez al año, va a verlos. Si voy a Paris, me dice des Si se les cierran los oídos bostecen; no es mala educación.
pués de un rato, ya confianzudo, puedo buscarlo. El me La camarera se llama Mary, habla español y vive en La aconsejará sobre los sitios preferidos por los latinoameri Haya. Vamos a mil pies de altura. El año pasado daban canos.
champán en este viaje; ahora no. Los museos?
Me asomé por la ventanilla. Era la noche cerrada, ne No, chico. Ya tú sabes.
gra, sobre el Caribe. Nada Se ve. Con la frente pegada a los se sonrie con picardía, cerrando un ojo y diciendo ba vidrios, esperé, sin embargo, las primeras luces de Cuba, jito, saboreando la palabra: anunciadas por Otelo. al fin aparecieron de súbito, abajo, a un lado, como si una rueda de carbunclos se hubiera para Mujeres!
do en lo hondo de una cañada sin luna ni estrellas.
Suspira hondamente y afirma muy convencido, como quien da el veredicto después de un largo juicio: las 12. 30 de la noche, estábamos volando sobre las. Para mujeres, las francesas!
luces minúsculas de La Habana.
Me dijo que se llamaba Otelo. Sin que él me oyera, sen.
Se ven las de neón, de todos colores, marcando las ave.
tado como iba en el asiento de delante, me volví hacia nidas comerciales, pequeñitas desde arriba; y luego, las coEduardo y le pregunté: rrientes que se van raleando en los extremos, en los ba. que no sabes con quién vamos viajando?
rrios apartados. Damos dos vueltas, perdiendo altura, sobre. No. Con quién?
la ciudad iluminada de noche; y finalmente sentimos el desCon Otelo!
censo. Tocamos tierra, corremos sobre la pista y nos detenemos. Dos muchachos uniformados acercan una alta esca. Cuál Otelo. Ei de Shakespeare?
la a la puerta del avión, que se abre para darnos paso. Es No, hombre. Ese francés de delante. Se llama, sin asus Rancho Boyeros y huele a puro fino! Nos piden la constantarse en lo más mínimo, casi tranquilamente, Otelo, y tra, cia de vacunación, la ven y nos franquean el paso al edifibaja con la Royal Dutch en Venezuela.
cio del aeropuerto. Un reloj grande muestra la hora: 12:40 de la noche.
Pero Otelo, pese a sus informes celestinescos, aun contra su nombre que casi lo obligaba a ser un cursi, resultó Los salones y pasillos del aeropuerto, arriba y abajo, esque se fijaba en ciertos detalles. Me confesó, llegando a tán llenos de personas. La animación, el lujo y el ambienLa Habana, que en Venezuela no querian a los extranjeros.
te son de un baile de gala en el club Unión, de San José. No lo creo le dije.
Las cubanas, redondeadas, sin aristas, están de traje largo y escotado; oímos una orquesta estruendosa con risas que Otelo entonces rectifico: se acentúan al abrirse alguna puerta; los hombres, de gua No. todos no. No quieren a los gringos, como dicen yaberas, llevan clavado en la boca, como los chiquillos el ustedes.
chupón, un gran puro humeante y aromoso; camareros de sacos blancos atravesando los salones, hacia lag mesas, con. Ah, bueno! los gringos, en ninguna parte de Amé.
bandejas donde espumean los refrescos gaseosos y se torrica.
nasolizan los cocktails. mulatos, paseándose por los pa mi me confunden con un gringo y eso me molesta sillos, con lentitud, observando el puro con atención patery me trae muchos tropiezos. Quiero decirle algo en secre nal; dos muchachas y un muchacho estampas deportivas to. Me oye? Por aquí, por esta rendija del espaldar. Oigame! de Carteles. riéndose, mientras bajan de dos en dos los Pero acerquese más, hombre. En Francia tampoco los que peldaños de la escalera blanca; aquella orquesta que no remos!
se calla nunca; la vendedora de souvenirs. bostezando, en la ventanilla de su caseta; y otra mujer, de blanco, traje Otelo cree que su afirmación puede acarrearle perjui. de cola, que fuma nerviosamente viendo hacia el reloj y cios. Por eso, para decir esa cosa tan sencilla que repite hacia la puerta, en la incertidumbre de la cita que va a todos los días con su vida el pueblo francés, él tiene que fracasar, forman el panorama de recuerdos, copiado en 45 armar una conspiración por entre las rendijas de un cuatri minutos de estada en Rancho Boyeros, a media noche, bajo motor la luz pesada del aeropuerto.
Como atraviesa el Atlántimo todos los años, tiene mucka (Continuará. Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.