ADELANTE Sau José, 10 de Enero de 1953 Instantáneas de Pekin Este es el primer capítulo de un interesante libro de Adolfo Herrera García, sobre la Conferencia de la Paz del Asia y Regiones del Pacífico efectuada en Pekín, China, y a la cual asistió él como delegado de Costa Rica.
Ese delegado gordo, colorado, que fuma puro, con una camisa de muñequitos, es norteamericano. Pertenece al Par.
tido Demócrata. Está aquí sentado, en la Conferencia de la Paz reunida en Pekin, porque coincide con los demás de legados en una cosa: es preciso que no haya guerras, es necesario que los pueblos se entiendan en paz y en que es una cosa de simple civilización arreglar diferencias entre los gobiernos por medios pacíficos y razonables. Además, él que es gringo y rico. cree que una guerra lo arruinaría.
Por eso quiere la paz. Por eso, ese delegado norteamerica.
no de mofletes rojos y cuerpo bien nutrido, se sienta al lado de otro delegado yanki, que es un obrero, que en su patria, bajo el Empire Building, tiene profundas diferencias con él (salarios, apreciaciones ante los trusts. filosofía, formas de vida, etc. Pero ahora están aquí, en Pekin, porque no han venido a discutir filosofías políticas, sino eso que es común y humano a todos los hombres: la paz; la instantánea recoge al millonario demócrata sen.
tado al lado del obrero electricista, aplaudiendo a los que gritan en todos los idiomas de mundo: Viva la paz; cree en Dios. Está al lado de un padre católico, apostólico y romano. Aquí, en Pekin. El padre, de sotana, risueño, lo oye hablar. El padre vino de Ecuador. El poeta de Turquía.
Los dos no podrían cruzar una sola palabra sin enzarzarse en una tumultuosa discusión. Sin embargo, aquí, en Pekin, en la Conferencia de la Paz, hablan risueños, se dan la mano, están contentos, no discuten. Es que no hablan sobre religión, ni sobre nada que los separe, que es todo. Hablan so.
bre ej único punto en que están de acuerdo: la guerra es un crimen que un pequeño grupo de personas malas y poderosas, obligan a cometer a millones de hombres buenos e ino.
centes. ahí están hablando, oyendo el discurso del pastor protestante de California que también ha venido a Pekin, y saludando, efusivos, cordiales, a jos sacerdotes del templo de Lama que asisten a la Conferencia de la Paz de las regio.
nes de Asia y el Pacífico, muy solemnes, cumpliendo con su deber de paz y amor al prójimo.
ese Esta niña de ojos negros y serenos, simpática, elegante, es una aristócrata de Chile. Paseo por Siberia hasta llegar a Pekin, sus abrigazos de pieles y ahora se sienta al lado de María Isabel, la obrera textil de Santiago, que no tiene sino un mal abrigo. En Chille ellas dos no se hablan. En Chile nunca siquiera se han visto. En Chile, la niña aristocrata no cruzaría una sola palabra con María Isabel, la obre.
ra de la fábrica textil. Pero aquí están juntas, se hablan, son amigas; incluso, la de los abrigos le presta a la otra un poco de crema para la cara, antes de ir al baile del Hotel en honor de los delegados. Es que están distanciadas por todo. Pero las une el amor a la paz, el deseo ferviente, sin.
cero, de que los pueblos no se maten con bombas atómicas ni que se asesinen niños con microbios de difteria. La rico es una mujer muy mujer. La obrera es otra mujer llena de valentía. Las une la paz porque las dos, ante el cadáver de un niño, llorarian. ¿Y ese hombre moreno, con una túnica blanca, calzado con sandalias, lentes de oro, al que apenas se le ven las raí.
ces del pelo porque está pelado al rape? Ese hombre es un discípulo de Gandhi, Ha venido a la Conferencia de la Paz de Pekín también, y ha leído un discurso en el que pide a los norteamericanos y a los chinos que retiren sus tropas de Corea (petición que los chinos aceptan en el acto) y ha llorado hablando de ese odio que los grandes intereses están sembrando entre pueblos que tienen un solo corazón. Ese pacifista, ese hombre que no come carne, ese anciano en.
juto que se alimenta de verduras, habla con una canadiense rubia, ojos celestes, flexible, alegre que es estudiante en Montreal, que baila mambo y juega tennis y quiere vivir la vida plenamente lo más lejos posible del vegetarianismo.
Los dos piensan diametralmente en todos los problemas de la vida. Ella no le entiende a él porque ha de martirizarse el cuerpo. El no le entiende a ella porque ha de exprimir la vida como si fuera un limón maduro. Pero los dos en.
tienden una cosa: que si dos hombres tienen una diferencia de intereses, y la arreglan a machetazos, son dos seres inci: vilizados, a los que la policía, con plausibles razones, mete a la cárcel. que si dos pueblos tienen diferencias, si van a la guerra para solucionarlas. cometerían un crimen millones de veces más negro que ej de los dos brutos que se machetean. Por eso, los dos, el flaco discípulo de Gandhi, y la perturbadora canadiense están aquí, en Pekin, uno al lado del otro.
Esa es la delegación de Costa Rica. Están todos sus miembros muy callados, oyendo el mensaje que ha enviado a la Conferencia de la Paz de Pekin, Gabriela Mistral ¿Quié.
nes? Ese señor que a veces bosteza con discreción es un in.
geniero. Es don Vital Murillo, amigo devoto de don Maro Echandi. Este otro, con un traje de mezclilla, a la manera china, es un magnífico Profesor. Es don Ovidio Salazar, ami.
go sincero del doctor Calderón Guardia. Están juntos. Es probable que en Costa Rica tengan diferencias de criterio político. Pero aquí no han venido a hablar de política, sino a hablar de paz. Están unidos por ese común denominador que es el deseo de paz. Don Vital va todos los domingos a misa, en una de las muchas iglesias católicas que hay en Pekin. Sin embargo, se sienta al lado de Oscar Bakit, el ar.
tista, que tiene como 20 años de no ir a misa. No Jiscuter porque no han venido a discutir filosofías metafísicas. Han venido porque quieren luchar por la paz y contra esa cosa idiota, criminal, sin nombre que es la guerra.
Estamos en la conferencia, reunida en pleno, y entran, al son de una marcha, las monjitas de Sión, de Pekin, a dar.
nos unos ramos de flores. Quieren regalarnos con rosas (Pasa a la Pág. 5)
Este hombrazo rubio, de pipa, cara aniñada de buena per sona, con bastón, varonil y sereno, es un poeta turco. No Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.