Carlos ThomsonFellowship of ReconciliationImperialismJohn DeweyResidencia

10 REPERTORIO AMERICANO Carlos Thomson Vino por Carlos Thomson que le tengamos por humanista, y sólo un tal tiene derecho a decir a decidir más bien a qué bando se inclinaría don Marcelino.
Los únicos vainpiros que conozco y en quienes por tanto creo, son los inmortales de las letras. He visto nervioso y como ido ido como se ponen en Nicaragua aquellos a quienes la segua ha sobado a Gilbert Murray Sir Gilbert Murray, regius professor de literatura griega en Oxford: Eurípides es el vampiro que le chupa la sangre; y así logra el viejo ateniense vivir remozado en len gua inglesa y hacer triunfar sus coros en tablados modernos. Nuestro don Marcelino certió sus arterias para que recobrasen vida cien poetas a quienes el olvido, el desdén, el menosprecio tenían en estado comático. Taumaturgo era don Marcelino. Se entró en el Cancionero de Baena como quien deja el mundo para vivir entre los muertos, y revivió a esos muertos! en medio de magnífica compañía Micer Francisco Imperial y Páez de Ribera a la cabeza. volvió entre nosotros a enriquecernos dándonos tesoros que eran nuestros y que en nuestra incuria habíamos perdido.
Ahora, aquellos a quienes don Marcelino volvió a vida, han vuelto a palidecer. Micer Francisco Imperial dijimos. Hablábamos atrás de Ibn Gabirol. Quién querrá dar una noche de su vida para que el prim ro magníficamente vuelva a cantar. Quién querrá dar ¿cuánto tiempo tomará aprender hebreo. luz de sus ojos, ritmo de sus pulsos, calor de sus entrañas, para que el judío que apenas vivió unos treinta años bajo el sol entone en castellano su cantar, preñaco de filosofía, a la Unidad de Dios? Para ello, nobis necesse est fortibus viris esse, que decía Lucano. Para ser útilmente eruditos tenemos que ser varones fuertes, con una fortaleza que ha caído en desuso. De nuestra intelectual sangre de horchata. qué vida podrán cobrar jamás aquellos fortísimos muertos?
La fortaleza de don Marcelino pasma.
Quien ha visto una armadura auténtica de las que llevaban los hombres que Esraña soltó sobre la virgen América, y conoce la ruta que los Cortés y los Pizarro siguieron desde nuestras playas hasta el pie de los nevados que aún ahora nos espantan, halla difícil creer las hazañas que los conquistadores realizaron.
Fortaleza mayor y de un género más raro ha de ser la de quien se lance entre nosotros a la conquista del imperio de las humanidades. Don Marcelino, casi solo, recobró para España oro más oro que jamás los otros robaron de Potosí. Coraje, el suyo; tenacidad, la de él. Quién quiere ser valiente y tener encomienda en ese imperio? Si a don Marcelino se le quiere por bandera, que sea para ensanchar ese poderio Capitán, ninguno mejor. Lo demás. disputárselo para vanagloriarse, disputárselo a la manera de damiselas que se disputan a un chulo, es ultrajarle.
Después de dos años y medio de residir entre nosotros ha regresado a su país Carlos Thomson.
Vino un desconocido. poco de estar aquí ya se había ganado honestamente el aprecio de muchos de nosotros. Ahora, al irse, nos negamos a creer que ello sea definitivamente. Estableció su hogar en Costa Rica, pero el campo de su acción abarcaba toda la región latinoamericana del Caribe; así fué que, con frecuencia, salía en jiras a las Repúblicas del Norte o a las Antillas; y ahora no nos parece sino que ha emprendido otro viaje de esos y que volverá, como siempre volvía, a su casita verde frente al Parque Nacional, donde su hospitalidad era encarnación de franca exquisitez.
Carlos es yanqui. Naturalmente que ese hecho tenía que provocar inquietudes. Los yanquis siempre han llegado donde nosotros por algo. Desde los tiempos cuando puritanos de Boston y caballeros de Virginia acostumbraban piratear en lo que llamaban the Campeachy coast, el yanqui ha llegado a nuestras tierras en calidad general de free booter: a servirle a una revolución financiada por sus banqueros, como aquel Cannon y aquel Groce justamente fusilados en Nicaragua en el 1909;o a ver de esclavizarnos como vino Walker; o a arrancarnos concesiones de minas, de tierras, de bosques, de ferrocarriles, de bancos y de cuanto hay, o a apretarnos el pescuczo con empréstitos y reclamaciones, cuando no haciendo ludibrio sangriento de la justicia y asesinando los cuerpos con las armas más terribles de la guerra moderna, y las almas con la tentación del oro y del mando político.
Carlos vino por otra cosa.
nuestro cariño. Vino a ponerse de nuestro lado en todos los diversos casos de conflicto con los de su país, en que la justicia y la moralidad estaban de nuestra parte. Secretario de la Liga de Reconciliación sabía que no hay reconciliación posible mientras perdure y persista la injusticia, y terazmente, pacientemente, humildemente, nos alentó con su punto de vista, cristianamente lúcido, de que había que servir a la justicia y de que la justicia más cabal es cariño.
De parte nuestra había ¡hay! injusticia también: De parte nuestra los arrastrados vendepatrias: De parte nuestra los sembradores de odios ciegos e inútiles. Carlos se empeñó en que rectificáramos la división de bandos opuestos: En vez de latinoamericanos contra yanquis, imperialistas crueles de una y otra mitad del continente contra servidores de la justicia también de las dos mitades del nuevo mundo. en el curso de poner de manifiesto la base de la nueva lucha, he aquí que Carlos Thomson ha logrado llevarse en el corazón tesoros más preciosos que los que los otros yanquis codiciaron: Se ileva nuestro cariño; y tan completamente ha triunfado en su singular aventura, que ese cariño no es exclusivo para él sino que para todos aquellos coterráneos suyos a quienes representaba los John Dewey, los Nevin Sayre, los Paul Jones, los Waldo Frank, los Norman Thomas, los Kirby Page, los Devere Allen, los Rheinhold Niebuhr, los Frederick Libby y los Benjamín Marsh.
No es ése un grupo numeroso: Son un manojo en medio de más de ciento veinte millones de individuos preocupados, los más, en ganarse el pan cotidiano así tengan que arrebatárselo al prójimo.
Pero ino fueron también un manojo de individuos faltos de influencia política, siempre en lucha contra la corriente, aquellos atenienses a quienes consagramos mayor veneración? Sócrates le dieron veneno sus concindadanos; a Euripides lo hicieron salir en fuga, anciano ya, a morir en salvaje lugar, despedazado por fieras dice una simbólica leyenda; Platón lo obligaron al destierro. Pero ellos son quienes para nosotros encarnan la Atenas que amamos y admiramos. he aquí que, similarmente, hay unos Estados Unidos que hemos aprendido a conocer y a amar gracias a la labor de Carlos Thomson itus Estados Unidos, Carlos! Los Estados Unidos de tus representados ese manojo de hombres valerosos pero sin triunfo, grandes pero sin influencia, fuertes pero sin poderío, constructores, no obstante, de patria perdurable. Quién dira, del concepto de esos otros Estados Unidos que Carlos nos ha dado, qué fruto para endulzar la eternidad no cosecharemos?
BENIGNO CUESTA (hijo)
AGENTE REPRESENTANTE ofrece sus servicios especialmente a Revistas y Librerías. Manizales, Colombia)
Persiles Finca «La Chola de La Cruz, El General, Junio, 1982.
San José, Costa Rica, Julio de 1932. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica