Preludios de la Lucha Núm. 12. 92.
VIA LIBRE LA CARIDAD Yo soy el ángel de la caridad.
geiles a tus hijas y a tus hermanas. Tú, ángel? Ve a esconderte donLA RAMERA Ahogan conmigo instintos poderosos de no se descubra que quieres ocultar Por qué maldecirnos, si, sobre haber que tu ley no ha sabido guiar mejor. con apariencias de virtud los remornos creado con vuestra maldad, soPor eso tu ley me alcanza y no para dimientos de tu alma.
dimie mos útiles a vuestro Estado?
condenarme. Sé consecuente con tu Porque nací y nacieron los míos propia ley. Malditas mil veces las procaces. Matrona, no te ofenda mi pre en humilde cuna, viví humillada, y el rameras! gritó el César.
sencia si te manche mi contacto. trabajo rudo fué mi solo auxiliar. Su presencia me ofende, su con. Quiénes me prostituyeron sino tus No llegan a esta miserable choza tacto me mancha, agregó la matrona. padres, tus hermanos y tus hijos? Tú los rumores del bullicioso mundo. El fuego eterno las consumirá. misma. no sientes celos de que tu En ella muero, sin que mis ayes de cantó el sacerdote.
hijo escoja pronto compañera? No dolor perturben su marcha. una voz triste como el sonido prefieres que olviden en los goces de ¿Qué será de mí. Qué será, sobre de cien arpas rotas llenó el aire. una hora el fuego de juventud que te todo. ay! de ese pobre abuelo, un. Ay de mí. dijo la voz. Ra arrabataría su corazón para siempre?
arrabataría su corazón para si vencido del trabajo, que para nada mera soy! En mi cuerpo enfermo y Soy la víctima de tu egoísmo. Te has sirve?
magullado vendo a los hombres los convertido en esclava, y tu cara es ¿Qué será de esos pequeños que placeres del amor. Amen todos me clavitud a todos esclaviza: a tus hijos, sólo con el sueño olvidan el hambre?
nos yo, que a nadie puedo amar. So porque habrán de escoger para sí una ¿Qué de este niño, apenas llegado a bre mi seno siento el peso del ebrio tan cara esclava como tú; a iní por la vida, que encuentra seco y amargo y el del sobrio: apago la sed de go que soy la obra de su naturaleza pro el seno de su madre, herido por la ces del malvado y del inocente. En testando violentamente de la ley que muerte!
mi lecho sólo mi lugar está frío como trata de encadenarla.
Pero ¿quién entra?
la nieve. Soy como la muerte, para Sacerdote, no me condenes al todos igual. Abrazo al pobre, lleno de fuego eterno: que una eterna de Mujer, cese tu dolor: vengo a rearapos, como al rico, envuelto en sus sesperación no atribule mi espíritu. mediar todos tus males. Ven conmigo sedas. Beben en mis labios como fue. Cierras acaso las puertas de tu cielo a donde curarán tudi go de mi amor mi fiebre de enferma a los que han macerado mis carnes y nital está cerca los hombres de condiciones más dis exigido a mi alma mayor maldad de iY no me moriré junto a los tintas. Igual a la copa en que se vier la que contiene. Has negado tu ben mine sintiendo los hec te el vino con que procuro en las or dición al que, después de hundirme bios en mis manos heladas?
gías alejar mi sneño, mi fatiga y mis en mi abismo, te ha presentado en el. No: allí entre otros muchos donenas todos acercan a mi sus labios, altar otra compañera? Ellos y sus hi lientes, procurarán curarte. Si mueres sin que jamás los rechace. La fealdad jos benditos están por ti.
sólo oirás antes, en tu agonía, los ayes misma me tiene a su disposición como César, matrona, sacerdote: entre de los que aún sufren.
la suma belleza, el vigor y la salud mis compañeras no hay una sola hija. qué será de ese pobre abuelo?
como la debilidad y el mal. todos de principe; ninguna acaudalada abra. Lo llevaré a una casa de incurasonríe mi desgracia, y para todos me zó mi triste oficic. Hace la incon bles.
nos para mí soy alegre.
tinencia viciosas, sólo la miseria ha. lo apartarán también de los César, no me maldigas. Dónde ce rameras. Las viciosas pueden me suyos? No sentirá, como aquí, a su está el dedo que señala los hombres recer vuestras maldiciones, porque lado, el latido de corazones jóvenes?
raron los perfumes hallan, en lo que gozan, una com. No retozarán a sus pies heraldos del de mi pureza, y luego me abandona pensación. Por qué maldecir a los porvenir que le recuerden a cada moron? Mi caída fué la suya, pero sólo que sufren?
mento que la vida no se acaba, que mi virtud la empañada. la vida es eterna?
César. soy la salud de tus soldados. la voz se extinguió repitiendo. No: achacosos ancianos resovaa quienes no permites otra compañe. Por qué maldecirnos, si, sobre rán en su alma la herida de su vejez.
ra. Mientras duermen en mi regazo, habernos creado con vuestra maldad, No tendrá por compañeros sino a los dejan tranquilas en sus lechos de vír somos útiles a vuestro Estado?
que acaban como él su camino. Ca.
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