BRE VIA LIBRE Núm. 11. 85.
ecesidad arán esta etenerlas el te ente apante desviolación LA JUSTICIERA ue se ha no ejerla clase nasas se ará tamstumbra.
son arreerra de ontables nos pen.
napoleo.
se acos. de esas, emen los ductiva.
oficiales pequeña rofesiodo una þdas las siempre vilegianga en suta, canosa, y tez tostada por el sol; con algo de desdén le dijo. Explícate, buen hombre. Con muchísimo gusto, reina; escúchame. Este, por orden taya, fué encerrado en un calab. 20; durante tres meses ha sufrido la sombrla tris.
teza del lóbrego antro: el martirio de la falta de la libertad; el dolor de estar separado de sus seres queridos. Ayer tarde, cuando los carcele.
ros le abrieron la puerta, corrió como lobo herido hacia su choza y en ella encontró su mujer y su hijo muertos de hambre, porque durante su encierro nadie se había ocupado en socorrerlos.
Entonces el furor enloqueció a este desgraciado, y esta mañana, cuando el sol acariciaba al mundo prodigándole luz y calor, ha asesinado al que le ilevò hasta tu tribunal. He ahí por qué esas ger.
tes le persiguen; he ahí por qué te piden su muerte.
La reina sintió que el llanto oprimía su pecho y murmuro como si hablara consigo misma. Luego yo no hice justicia. El viejo pastor la oyó y dijo. Nadie puede administrar justicia a otro, y tú menos que nadie, reina; tú no tienes ningún derecho a ser justiciera, puesto que contribuyes a perpetuar el mal. Yor preguntó con viveza. Sí, tú; porque tú eres la autoridad. No eres tú quien defiende a los poseedores de la riqueza; la que proteje los opulentos que te rodean; a los tenta lorès de la tierra, gentes todas para quienes el pobre es un eterno enemigo. No te has regocijado al contemplar la prosperidad de este pais?
Sin embargo, dejastes de pensar, cuando te presentaron a este desgraciado, cuyo crimen consistía en querer vivir, que toda esa riqueza sólo sirve para unos cuantos y le castigastes diciéndole que nadie tenía derecho a apoderarse del bienestar de los demás. No te preguntaste en virtud de que anomalía social había un vagabundo, un dosheredado en este valle de abundancia y le condenaste porque había querido comer. Tu justicia debe estar satisfecha porque ha causado la muerte de tres seres.
La reina bajó la cabeza, abatida, humillada; sus lágrimas afluyeron con abundancia. Entonces comprendió la vanidad e impotencia de su justicia y se convenció de que mientras hubiese pobres y ricos, lo que se llama justicia no sería otra cosa que la defensa inicua y cruel de los segundos; la desgracia y abominación de los primeros; pensó que su poder sostenía todo eso tan bárbaro, y silenciosamente echó pie a tierra, abrazó al desgraciade, cuyo cuerpo desnudo temblaba por el frío de la tarde, y en voz baja le pidió perdón, mientras que el viejo pastor meneaba la cabeza diciendo: buena hora. BERNAD LAZARE El dia que la reina Berta supo que sus jueces La visible aspereza de los tenaces señores la dis.
vendían la justicia, se entristeció profundamente. gustó mucho y sólo se consoló al pensar que ninEra una mujer de sentimientos elevados y cora guno de ellos había cometido crímenes ni malas zón sensible, capaz de sentir los dolores de sus acciones. Iba a retirarse cuando se apercibió que. onerribia que semejantes. El difunto rey, su esposo, fué un dés por en medio de la multitud, un hombre, con pota fanático y sanguinario, un amo feroz, bru mano vigorosa, empujaba a un desgraciado haratal; por lo que ella resolviò consagrar la existen poso, delgado, lívido, que todos a su paso saludacia a hacer la felicidad de sus súbditos, con ob ban con golpes e insultos. Cuando llegó al regio jeto de que éstos olvidaran las tiranías del ante tribunal, los soldados de la escolta lo cogieron y rior soberano, y al propio tiempo satisfacer una separaron del escandalizado populacho, al que la necesidad de su corazón. Cuando conoció las ini reina freguntó en alta voz cuál era el crimen del quidades de sus magistrados, se sintió desespera sujeto a quic tan malamente trataban.
da. Pensó en las innumerables víctimas que ha esta pregunta sucedió inmediatamente un brían hecho, y se estremeció al pensar que ella espantoso clamor: todos avanzaron hacia el trono, había contribuido a fomentar tanto mal. Sin em y a un mismo tiempo pusiéronse a hablar. El que bargo, la reina revistió siempre de armiño y púr acababan de arrastrar hasta el trono no vivía, pura a hombres de reconocida virtud, viejos aus. desde muchos años ha, más que de rapiñas y robos teros y jóvenes enemigos del vicio, cuya benevo audaces. Habita en el fondo de un monte lejano lencia debía atemperar la rudeza de los rígidos an en una choza solitaria; por las noches asalta los tecesores. Todos habían faltado a su misión po muros de nuestros corrales, nos limpia nuestro; niéndose del lado de los ricos, no escuchando las gallineros, ordeñu nuestras vacas y dierma nues.
quejas del pobre, despojan o al miserable de su tros frutos. El mismo que le había llevado hasta viña. Escuchando el relato de tant crimen, la allí, acababa de sorprenderlo segando en uno de reina lloro, como el dia que le revelaron la mal. sus campos.
dad de su esposo. La desesperación llegó hasta el. Por qué tomas lo que no te pertenece. le delirio, pues desconfiò de la bondad e integridad preguntó severamente la reina. No sabes que de sus jueces, hasta creer imposible que la justi en nuestra religión y en nuestras leyes está escrito: cia pudiera hacerse con hombres tau refinada «No robarás. mente perversos.
Iba a contestar el desgraciado, y al ver las Desde entonces la reina resolvið ser ella la jus miradas amenazadoras de los que le rodeaban, radoras de los que le rodeaban.
ticiera; consolaría a los desgraciados en sus cui. alzó los hombros indiferente y la reina Berta no tas; distribuiría recompensas y castigos. Como su pudo hacer conseguir del acusado ni una palabra reinado no era grande, podia cumplir, ella sola, de defense. Entonces ella creyó ver en el hara.
la loable tarea que se había impuesto, y viajando poso un ser obstinado en el mal y decidió conde por montes y valles, constantemente escuchaba narle a tres meses de calabozo. Después, como los lamentos de los desgraciados, los sollozos de nadie se presentara, se levantó la audiencia y tras los humildes. Era complaciente y benévola con algunas horas de reposo la justiciera continuó su los infelices, pero inflexib e con los que atentaran marcha al bienestar de los demás Tres meses después al volver hacia la capital Una mañana llegó a un pueblo, en el que no de su reino, Berta quiso pasar nuevamente por el vamente para había estado nunca, situado en el fondo de un valle de la abundancia. Era por la tarde, y al valle solitario, rodeado por el circo verdoso de fe bajar la pendiente del morte, la reina oyó clamo races montes, en un paisaje tranquilo, de opulen res lejanos, gritos de amenaza, ira, desesperación ta alegría. Cuando bajaba poi el camino, serpen y rabia, y al llegar a un pequeño llan: que domiteando la falda del monte, las casas del pueblo naba la villa, vio a lo lejos un gentío inmenso que aparecían como is as en dio de un océano do gritaba desaforadamente, persiguiendo a un homtado de hermosas mieses que, agitadas por el bre casi desnudo. La noche se aproximaba, y al viento, producian ondulaciones y murmullos de subir el fagitivo y sus perseguidores a la cumbre apacible encanto. La reina quedó admirada al de una sequeña colina, a la luz de los últimos contemplar tan grandioso espectáculo, y su rego rayos del sol, la reina vió que la multitud iba ar.
cijo fue inmenso pensando que en aquel rii con mada de guadañas, hacha, y hoces que agitaban de su reino, en tan ameno y poético país, todos furiosamente.
debían ser felice Las gentes del pueblo salieron a recibirla, y Cuando los más ligeros y tenaces perseguidores colocándola en una litera, previo su consentimien seguían de muy cerca al fugitivo, tropezó éste y to, la llevaron a la plaza, frente a la iglesia, donde cayó a los pies de un caballo de los del regio cor habían construído, con maderas, una especie de tejo, y los soldados avanzaron a contener la fretribuna, adornada con ricas te as y hermosas flo nética muchedumbre. Aproximóse Berta al extecs. Después de obsequiarla co manjares y frutas, nuado y andrajoso fugitivo y al fijarse en él lo coun heraldo, desde el trono improvisado, sonó tres nocio; era el ladrón que tres meses antes había foques de corneta, cuyos ecos repercuti ron en el condenado. Entonces ordenó que lo levantaran y valle, y luego invitó a todos los que tuviesen agra. dirigiéndose a los perseguidores les preguntó sovios o quejas que exponer que se dirigiesen a la bre la nueva fechoría que había cometido aquel seina. Muchos llegaron hasta ella; hombres o mu miserable, el griterio fué tal, que nadie pudo oir jeres, gentes de fino cutis y cuyas caras rebosaban lo que la multitud vociferaba. Iba a repetir la satisfacción; vestían elegantemente trajes de riva pregunta, cuando oyó detrás de ella estas pala.
tela. Todos se quejaban de recíprocas usurpacio. bras: zes, y la voz de cada uno adquiriría una rudeza. Preguntas cuál es el crimen de este nornbre?
sorprendente cuando decían: ami campo. mis Pues es el de haber sufrido tu justicia.
frutos. La reina intentó reconciliar los mutuos La reina se volvió y vió que el que hablaba era intereses de todos, pero no pudo.
un viejo pastor de aspecto grosero, con barba hirhuma. de exMarx.
arreó a udas, y hacer de cona sanes han cualómica.
ancias, Esia de or hael Goes traces de clusión ty insles por comimadas ciones la sanurguede la usado mpleo urarse VIA LIBRE eo las pero in ciepero ni parcha TRIBUNA DE LA JUVENTUD PARA LA REPÚBLICA Subscripción adelantada (4. números. Co Número atrasado. 20 NUMERO SUELTO 15 CÉNTIMOS PARA EL EXTERIOR Subscripción adelantada (20 números) 50 oro ps que que es sin la os sus Toda la correspondencia, giros y valores a nombre del Editor Falcó. Tel. 329, Apartado 638, San José, Costa Rica.
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