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cas de la vida profunda. Las cosas de la vida humana, tan Tistinta de la que reflejan en sus ojos tristes, los tristes Buevés. El heroísmo es una virtud corruptora, la más viciosa de tödas quizá. La muerte más despreciable es por eso la del héroe patriota. No es digno de haber vivido quien muere glorificado por la patria. Pobres soldados campesinos, hijos de la montaña altiva como la lealtad. Dicha grande es que en esta tierra no estéis destinados a ser héroes. Yo pienso mucho en vosotros cuando recostados en los postes de piedra que rodean la plaza de armas, os veo marchar automáticamente; pienso entonces en vuestras almas, en vuestros cuerpos, pienso en vuestros añorados hogares distantes, en los campos que consumieron vuestros primeros vigores, en las aves que cantaron vuestras entradas al trabajo, en la placentera campesina que os besaba la frente sudorosa en la hora me lancô lica del atardecer. Recordar como erais, qué triste! Es angustioso recordarlo. Haberos visto antes, y contemplaros hoy que ya no sois los mismos. Haberos visto encaminar vuestros pasos en la hora primera del día hacia el amado plantío, acompañados del gruñidor perrillo retozón, con la pala al hombro, rientés, frescos, agresivos para la amenazante fatiga, con un envejecido calabazo pendiente de la nervuda mano, crispada por el ansia de trabajar.
y veros ahora enfilados como bestias, marchando maquinalmente bajo el peso del rifle, repletos Ios rostros de palidez de cansancio las espaldas, inclinados, oyendo ya no el armonioso y acariciante murmullo campestre, sino el tosco. bullicio de La urbe, y a ratos, cual chiasquidos de un látigo, las groseras voces de mando. ire. Pobres vosotros campesinos humildes, a quienes se pone una arma en las manos y se incuba la artera noción del exterminio et alma. Pabres vosotros, que acaso sentís ya tambien com las caricias insi. Los amos que os humillan brutalmente quantes y los lascivos lisonjeos de la perversa ambición dos edora que tantas veces os ha hecho inclinar la espalda ana amenaza de la hoja de acero, del cintarazo vil, del hoscantarazo infame que pone en fuga, a fuerza de morder vues as cames cansadas, las nobles rebeldías que a ratosos te la amenaza de la nue pone en fuga, a El días que a.