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REPERTORIO AMERICANO 139 Denunciando calumnias Lima, 25 de julio de 1928.
Sr. Joaquín Garcia Monge, San José.
Muy estimado compañero: En el 21 de Repertorio Americano leo un artículo del señor Cristóbal de Castro sobre Gorki y el Soviet, tomado de La Libertad de Madrid. La selección habitual del material de Repertorio otorga a ese artículo arbitrario y mendaz un lugar inmerecido en la atención de los lectores de tan apreciado y representativo periódico. Esta me parece una razón decisiva para oponer a tiempo a las caprichosas aserciones del cronista de La Libertad un desmentido, para el cual me siento tan autorizado como cualquiera de los colaboradores de Repertorio que siga aunque sea desde lejos. el trabajo de Máximo Gorki y sus relaciones con la Rusia soviética.
Acucioso instigador del odio burgués a la Revolución, el señor Cristóbal de Castro no ha encontrado mejor manera de servir este odio que inventar a Gorki un repudio absoluto de los soviets y a éstos una cainita persecución del insigne novelista. De esta persecución habrían pretendido desagraviarlo según el señor de Castro con el homenaje que le han tributado en su sexagésimo cumpleaños.
Todas las aseveraciones del artículo mencionado son temerariamente falsas. El júbilo, el clamor con que el pueblo ruso ha saludado el retorno de Gorki a su patria, refrendan plebiscitariamente el homenaje soviético.
Y, contra todo lo que es capaz de afirmar don Cristóbal de Castro, Gorki ha vuelto a Rusia solicitado por un irresistible y espontáneo impulso interior.
Gorki es, como escribe Víctor Serge, el testigo de la revolución, el testigo lúcido, alerta, ferviente. Serge define con certeras palabras este papel: Gorki sabía, veia, juzgaba, comprendia todo. Veia lejos, veia justo, de una manera que le era propia (y que además no era la nuestra. Otros, que hacían la revolución veían infinitamente mejor que él, que no aspiraba a este rol, lo que se debía hacer, los fines y los caminos. Estos no tenían la aptitud de ahondar en el contenido humano de sus propios actos, de comprender al enemigo de otro modo que como enemigo, de ver la revolución diversamente que como una grande y ruda tarea por proseguir sin debilidad. Gorki era su igual y su hermano; pero un hermano diferente. La historia es hecha por las masas; pero las masas se encarnan en hombres en las horas criticas de la historia. En esta hora de la Revolución había un hombre que era el cerebro de la República, otro que era su voluntad de vivir y su espada, un tercero inflexible y probo que era el Terror. Gorki era el testigo. Me parece dificil precisar mejor la misión, el sino de Gorki frente a la revolución rusa.
El testimonio del gran escritor no acepta tergiversaciones. Ningún testimonio ha sido, sin embargo, tan tenazmente invocado y mistificado por los enemigos de los soviets.
Cuando Gorki, urgido por su campaña a favor de las victimas del hambre, más qu por su estado de salud, salió de Rusia en 1921, la prensa burguesa propagó las más insidiosas conjeturas sobre sus relaciones con los soviets. En diciembre de 1922 visité a Gorki en Saarow Ost. Le escuché entonces un terminante desmentido de las palabras que se le atribuian. Gorki, de incógnito en Saarow Ost, se negaba a todo reportaje. Esto no obstaba para que las agencias telegráficas difundiesen entrevistas a las que jamás se había prestado. Su posición no había cambiado: su admiración a Lenin, de la cual dan fe páginas archinotorias, se mantenia intacta. Volveria a Rusia apenas su salud lo consintiese y su trabajo lo reclamase. Asi ha sucedido: convalecidas sus fuerzas en Saarow Ost, Capri y Sorrento, Gorki ha regresado a Rusia, nostalgioso de su gente, para escribir una novela de la vida obrera. Los Artamonov, su última obra, es una novela de la vida burguesa. La historia de los Artamonov concluye cuando la revolución empieza. Para su nuevo trabajo, Gorki necesita documentarse en la misma Rusia.
Como vemos, no faltan hoy mismo periodistas inescrupulosos que mienten en torno a este tema. El señor Cristóbal de Castro, en su artículo de La Libertad, desahoga una vez más su encono inepto y mezquino contra la revolución rusa, exhumando los más desacreditados embustes acerca de la actitud de Gorki ante los soviets. Al revés de Gorki novelista, el señor Cristóbal de Castro no ha menester de documentarse para tratar cualquier asunto. Tiene la osadia irresponsable del gacetillero para afirmar cualquier cosa, sin ningún temor de engañarse, sin ningún temor de engañar a sus lectores. Le bastan para escribir la historia los recuerdos dispersos de sus lecturas apresuradas y vulgares. Puede escribir la biografia de Gorki, sin haberse acercado jamás a su obra ni a su vida. El hombre y los ex hombres se titula el lamentable artículo de este lamentable don Cristóbal, porque su autor tiene la curiosa sospecha de que el de los ex hombres es el asunto central de toda la obra de Gorki. Afirma que «al estallar la revolución bolchevique, Máximo Gorki culminaba su apostolado por los ex hombres. confundiendo probablemente a los ex hombres con el proletariado ruso. Esta afirmación sola es bastante para advertir que el señor Castro no conoce la obra de Gorki sino de oidas, por lo que se conversa sobre ella en los cafés. De otra manera, nadie habría podido formarse un juicio tan sumario y grosero.
Haré gracia al lector de los demás trucılentos lugares comunes de que el cronista de La Libertad se vale para explicar a su modo la posición de Gorki ante los soviets.
Me interesa denunciar su más flagrante y personal mentira: el eje mismo de su divagación.
No obstante su costumbre de servir a la glotonería de su público cualquier vulgaridad, el señor Cristóbal de Castro no habría escrito este artículo si no hubiese tenido algo que decir de la reciente novela de Gorki, aún no traducida, creo, al español.
He aquí lo que dice. En Capri, junto al mar azul, el apóstol de los ex hombres fue metodizando sus cóleras por la reflexión y sus juicios por el documento hasta dar en su libro Los Artamonou un robusto resumen del comunismo al través de tres generaciones: el mujik, de la época de los siervos; el industrial dilapidador de la época zarista y el revolucionario bolchevique. Generación aldeana y crédula. Generación industrial y ambiciosa. Generación revolucionaria y tiránica. Las tres generaciones de Artamonov no sólo se dañaron a si mismas, sino que quitaron la fe y la paz a los siervos, a los mujiks, a los obreros de toda Rusia. Precisamente sobre este libro de Gorki he escrito. casi al mismo tiempo que el señor Cristóbal de Castro el suyo, el artículo que, en recorte de la revista peruana Mundial, le adjunto. Me diferencia del señor Cristóbal de Castro el hábito de no comentar o resumir sino libros que he leido. me siento dispuesto a suponer que el señor de Castro no conoce Los Artamonov sino a través de uno de esos retazos de crónica, recogidos sin ningún discernimiento crítico, de que sin duda se sirve muchas veces para su trabajo periodístico. Porque, en caso de haber leido Los Artamonov su absurda interpretación lo dejaría en muy mala postura. Resultaria que el escritor de La Libertad no sólo está mal informado por gacetilleros presurosos y confusos sino que es incapaz de informarse mejor por su cuenta. Habría leído Los Artamonov sin entender palabra del asunto.
Remito a los lectores al libro de Gorki (traducción italiana de Erme Cadei, Milán, Fratelli Treves. Les será fácil enterarse de que ni el asunto ni los personajes de los Artamonov explican ni reflejan el comunismo.
Las tres generaciones de la familia Artamonov que nos presenta Gorki son tres generaciones burguesas. El fundador de esta precaria dinastía de burgueses de provincia, procede del servicio de un principe, de quien la abolición de la servidumbre lo ha emancipado con un regular premio. Ilia Artamonov es un siervo emancipado como los que se encuentra en los orígenes de la burguesia de otros países. Es un campesino, pero no es propiamente un mujik. Proviene quizá de una generación aldeana y crédula, pero él mismo no lo es. En Ilia Artamonov se reconoce más bien el impulso creador, la codicia fecunda que mueve el surgimiento de toda burguesía. Toda la obra de la familia Artamonov una fábrica y sus provechos es obra del viejo ex doméstico. De sus hijos uno lo sucede en el comando de la fábrica; el otro, un jorobado, se refugia en un monasterio, del cual se evade después. Su sobrino Alejo, hijo natural de un noble y de una hermana de llia, adoptado por éste, tiene gustos de aristócrata, mezclados a una naturaleza basta, sin cultivo. Alejo se prolonga en su hijo Miron, un burgués de cierta facundia y presunción, contagiado de ideas reformadoras y progresistas, que miran el afianzamiento del poder de la burguesía contra el poder superstite de la aristocracia. Otro de los Artamonov de la tercera generación repudia la fábrica y la familia. Los repudia para entregarse al socialismo; pero escapa por este mismo acto, de manera definitiva, al argumento de la novela. Es un personaje ausente, desertor. La ruina de los Artamonov tiene un testigo implacable: el viejo portero Ticon.
Cuando la revolución sobreviene, habla por sus labios. Pero tampoco Ticon es comunista ni es obrero. No es sino un testigo rencoroso y desilusionado del drama de los Artamonov.
Todo en este libro argumento, agonistas es distinto y opuesto a lo que supone don Cristóbal de Castro en su articulo, que concluye atribuyendo a Gorki una niña de pocos años. He visto en Critica de Buenos Aires la fotografía en que aparece Gorki con esta niña y su madre. he reconocido en la última a la nuera de Gorki, la esposa de su hijo, la intérprete gentilísima y poliglota de mi charla de Saarow Ost con el célebre novelista.
Cuando las calumnias contra revolucionarias no salen de una prensa que tiene la misión de combatir y difamar la revolución rusa, no es posible ya afanarse en contrarrestarlas. Pero cuando como en este caso, logran alojarse en una tribuna honrada, hay que denunciarlas implacablemente.
Por esto, querido y admirado Garcia Monge, no puedo resistir al deber de escribirle esta carta, para la cual solicito hospitalidad en las páginas de Repertorio.
Suyo devotisimo. En La Escena Contemporánea hay un articulo que cuenta esta entrevista.
José Carlos MARIÁTEGUI Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica