AnarchismBourgeoisie

Amauta 15 ga.
cionaban caóticamente. El descontento se extendía entre los soldados.
El Zar, personaje imbécil y medioeval, no percibía la vecindad de la catástrofe. Dentro de esta situación se produjo el asesinato del monje Rasputín, favorito de la Zarina, papa negro del zarismo. El zar ordenó la prisión del príncipe Dimitri acusado del asesinato de Rasputin. comenzó entonces un conflicto entre el Zar y los personajes aliadófilos de la Corte que avisadamente presentían los peligros y las amenazas del porvenir. La nobleza demandó la libertad del príncipe Dimitri. El Zar se negó diciendo: Un asesinato es siempre un asesinato.
Eran días de gran inquietud para la aristocracia rusa, que arrojaba sobre la Zarina la responsabilidad de la situación. Algunos parientes del Zar se atrevieron a pedirle el alejamiento de la Zarina de la Corte.
El Zar resolvió tomar una actitud medioevalmente caballeresca e hidalPensó que todos se confabulaban contra la Zarina porque era extranjera y porque era mujer. resolvió cubrir las responsabilidades de la Zarina con su propia responsabilidad. Las suertes del imperio Yuso estaban en manos de este hombre insensato y enfermo. La Zarina, alucinada y delirante, dialogaba con el espíritu de Rasputin y recogía sus inspiraciones. El monje Rasputín, a través de la Zarina, inspiraba desde ultratumba al Zar de todas las Rusias. No había casi en Rusia quien no se diese cuenta de que una crisis política y social tenía necesariamente que explosionar de un momento a otro.
Vale la pena relatar una curiosa anécdota de la corte rusa. Paleologue, el embajador francés y su secretario, estuvieron invitados a almorzar 10 de Enero de 1917. 1917, el año de la revolución en el palacio de la gran duquesa María Pavlowna. Paleologue y su secretario subieron la regia escala del Palacio. al entrar en el gran salón no encontraron en él sino una dama de honor de la gran duquesa: la señorita Olive. La señorita Olive, de pié ante una ventana del salón, contemplaba pensativamente el panorama del Newa, en el cual se destacaban la catedral de San Pedro y San Pablo y las murallas de la Fortaleza, la prisión del Estado. Paleologue interrumpió cortesmente a la señorita Olive. Yo acabo de sorprender, si no vuestros pensamientos, al menos la dirección de vuestros pensamientos. Me parece que Ud. mira muy atentamente la prisión. Ella respondió: Sí; yo contemplaba la prisión. En días como estos no puede uno guardarse de mirarla. agregó, dirigiéndose al secretario: Señor de Chambrun, cuando yo estaré allá, en frente, sobre la paja de los calabozos, vendrá Ud. a verme. La joven dama de honor, probablemente lectora voluptuosa y espeluznada de la historia de la Revolución Francesa, preveía que a la nobleza rusa le estaba deparado el mismo destino de la nobleza francesa del siglo dieciocho y que ella, como tiempos, otras bellas y elegantes y finas damas de honor estaba destinada a una sombría y talvez trágica residencia en un calabozo de alguna Bastilla tétrica. Los días de la autocracia rusa estaban contados. La ar stocracia y la burguesía trabajaban porque la caída del zarismo no fuese también su caída. Los representantes aliados trabajaban porque la transición del régimen zarista a un régimen nuevo no trajese un período de anarquía y de desorden que invalidase a Rusia como potencia aliada. Indirectamente, la aristocracia divorciada del Zar, la burguesía y los embajadores aliados no hacían otra cosa que apresurar la revolución. Interesados en canalizar la revolución, en evitar sus des bordes y en limitar su magnitud, contribuían todos ellos a acrecentar los gérmenes revolucionarios. la revolución vino. El poder estuvo en otros