BourgeoisieDemocracyJosé Carlos MariáteguiStrikeWorking Class

Amauta se reA medida que los obreros conducen la acción sindical en su verdadero terreno de clase, el Estado se identifica más visiblemente con el capital y el imperialismo todopoderoso. La lucha sindical se liga estrechamente a la lucha política, a punto de no saberse con certeza donde termina una y donde comienza la otra.
Se inicia un reagrupamiento de fuerzas y de organización, consecuencia de la miseria, de la explotación, de la falta de trabajo. Las manifestaciones más nobles de este empuje que enfrenta sueltamente a los medios de represión del Estado, son los movimientos huelguísticos de Lima, Morococha, Callao. El paro general del 19. y de abril, que no pudo realizarse totalmente, fué, de todos modos, un paso importante. La resistencia a acudir al Tribunal Arbitral. La violación creciente por parte de los obreros de las leyes que limitan el derécho de huelga, de reunión, de organización. La expulsión de los demagogos y agentes patronales, que bajo diferentes disfraces, se introducían en las filas obreras. La toma de las directivas de los sindicatos por elementos que llevan a la organización el firme deseo de luchar contra la clase capitalista. La expulsión violenta del Inspector de Investigaciones, del local de los Chauffeurs, durante la huelga de Junio, en que la policía dispersó una asamblea con la bayoneta calada. El conf icto de la Fábrica de San Jacinto, con sus incidentes, que demostró a los trabajadores que poner sus reclamos bajo la tutela del Gobierno es traicionar sus intereses de clase. Todas estas experiencias fueron acumulándose. El proletariado comenzó a sacar de ellas prácticas conclusiones.
EL IMPERIALISMO AYUDADO POR LA BURGUESIA NACIONAL BUSCA UNA SALIDA Era necesario abrir una válvula de escape. Hacer concesiones.
Los métodos del leguiismo no correspondían ya a la realidad nacional. Sus procedimientos, lejos de alejar la lucha, la enconaban. Nuestra burguesía criolla y terrateniente, como la de Bolivia, como la de Argentina, tenía que encontrar una salida.
Las masas daban muestras de impaciencia peligrosa. De agresividad creciente. Era urgente la aplicación de un enérgico derivativo.
En esto concidian los algodoneros, los mineros, los financistas, los imperialistas. Al no ace erar la caída del leguismo, es probable que se hubieran producido conflictos cada vez más serios entre obreros, patronos y el Estado a su servicio.
El entierro de Mariátegui, los cantos y las banderas rojas, fué una comprobación pública en las calles centrales de Lima, de este proceso, de este fuego que arde entre las cenizas.
Los pronunciamientos militares en Bolivia, Perú, Argentina, son la solución a que apeia para asegurar su estabilidad la clase dominante.
Se exhuman viejas fórmulas patrióticas. Se pone en boga un nacionalismo trasnochado. Se echa mano de antiguos mitos y banderolas, exaltada resurrección de desprestigiados conceptos tales como nacionalidad, civismo, democracia, libertades públicas. Esta refacción de símbolos sin contenido obedece al deseo burgués de alejar al proletariado del terreno de la lucha política de clase.