Amauta 73 Pero nosotros lo sabemos. Sabemos también, que el arte no es nade etéreo, ningún regalo divino a los hombres, sino que ha crecido orgánicamente, desarrollándose por y con las relaciones económicas y reflejando en todos los tiempos la imagen de su época. Así, también el arte de hoy será un día un documento histórico de nuestros tiempos con sus luchas exasperadas y sus contradicciones. Pero para nosotros, los que lo crean son los sostenedores y los propagadores de nuestros pensamientos. Así, pues, es propaganda. El arte es un arma.
Así, desde todo punto de vista, el teatro político no es ninguna aventura. Ervin Piscator, el revolucionario del teatro en Alemania, describe en su obra El teatro político el nacimiento y el vuelo de los escenarios proletarios y enseña caminos completamente nuevos que abren las más amplias perspectivas al teatro venidero. Al teatro venidedo, porque, a pesar de su gran masa, los obreros son pobres y en el sistema actual no pueden mantener un escenario dispendioso.
Ayudado por correligionarios ricos, Piscator había logrado mantener un teatro propio durante los últimos años. Allí continuaba en un estilo más amplio el trabajo, que había empezado como director de escena de la Tribuna Popular. Sus representaciones expresamente políticas, derribando enteramente la tradición de escena antigua y venerable y practicando formas completamente nuevas, aumentando el efecto de las piezas, excitaban un ruido eminente. Los críticos burgueses fueron obligados o ocuparse de ellas, y debían loarlas. Aunque este teatro hasta hoy ha quedado solitario, en el campo del arte de teatro, una gran brecha ha sido abierta. Es el mérito particular de Piscator el haber roto en Alemania el bando del arte del teatro tan fosilisado y vencido desde mucho tiempo.
Esto sucedió no solo por el tema de sus piezas, sino por su formación exterior. Un medio importante llegaba a ser el film. Explica la materia y su desarrollo histórico, demuestra el encadenamiento de la escena particular con el hecho actual, hace más limpio los contrastes. Frecuentemente ensancha mucho la tribuna: detrás de las personas interpretadas fluctúa una multitud de millares, o, en caso que la acción sucede, por ejemplo en una nave, el espectador ve el mar amplio con sus ondas. Si no, se practica el film de trik, el dibujo sencillo (los dibujos los proporcionaba George Grosz, quien allí veía un nuevo campo de trabajo para los jovenes dibujantes) y la fotomontage. aquel arte joven y eminentemente efectista. La forma de escenario se ha cambiado, la decoración antigua ha desaparecido. En su lugar han entrado tablados de madera, construcciones de hierro, cuyos pisos particulares están juntados por ascensores. Este es un progreso indiscutible después de las decoraciones antiguas, que con su romántica decrepitud son un contraste imposible con nuestra época.
Pero el director de escena, ciertamente ha de cuidarse de no sobrecargar el tablado con técnica, menoscabando el tema de la repersentación. El núcleo del teatro político ha de ser el tema o la idea principal; no la figura brillante de un actor, ni la pieża de un autor (quizás célebre. el trabajo del actor y del autor son secundarios de la misma manera que el trabajo del fotógrafo cinemático, del director de escena, del compositor (se emplea también música. Las piezas que en su forma original no se unen perfectamente a la idea, son trasmutadas. Si vive el autor, se le pide hacerlo. En caso de piezas clásicas