8 Amauta cionario. El día de gloria ha perdido su prestigio sobrenatural. Los propios factores de la democracia se muestran desencantados de al prestancia del parlamento y del sufragio universal. Fermenta en el mundo otra revolución. Un régimen colectivista pugna por reemplazar al régimen individualista. Los revolucionarios del siglo veinte se aprestan a jugar sumariamente la obra de los revolucionarios del siglo dieciocho.
La revolución proletaria es, sin embargo, una consecuencia de la revolución burguesa. La burguesía ha creado, en más de una centuria de vertiginosa acumulación capitalista, las condiciones espirituales y materiales de un orden nuevo. Dentro de la revolución francesa se anidaron las primeras ideas socialistas. Luego, el industrialismo organizó gradualmente en sus usinas los ejércitos de la revolución. El proletariado, confundido antes con la burguesía en el estado llano formuló entonces sus reivindicaciones de clase. El seno pingüe del bienestar capitalista alimentó al socialismo. El destino de la burguesía quizo que ésta abasteciese de ideas y de hombres a la revolución dirigida contra su poder.
III La ilusión de la lucha final resulta, pues, una ilusión muy antigua y muy moderna. Cada dos, tres o más siglos, esta ilusión reaparece con distinto nombre. Y, como ahora, es siempre la realidad de una falange humana. Posee a los hombres para renovarlos. Es el motor de todos los progresos. Es la estrella de todo los renacimientos. Cuando la gran ilusión tramonta es porque ha creado ya una nueva realidad humana.
Los hombres se reposan entonces de su eterna inquietud. Se cierra un ciclo romántico y se abre un ciclo clásico. En el ciclo clásico se desarrolla, estiliza y degenera una forma que realizada plenamente, no podrá contener en si las nuevas fuerzas de la vida. Solo en los casos en que su potencia creadora se enerva, la vida dormita, estancada, dentro de una forma rígida, decrépita, caduca. Pero estos éxtasis de los pueblos o de las sociedades no son ilimitados. La somnolienta laguna, la quieta palude, acaba por agitarse y desbordarse. La vida recupera entonces su energía y su impulso. La India, la China, la Turquía contemporáneas son un ejemplo vivo y actual de estos renacimientos. El mito revolucionario ha sacudido y ha reanimado, potentemente, esos pueblos en colapso.
El Oriente se despierta para la acción. La ilusión ha renacido en su alma milenaria.
IV El escepticismo se contentaba con contrastar la irrealidad de las grandes ilusiones humanas. El relativismo no se conforma con el mismo negativo e infecundo resultado. Empieza por enseñar que la realidad es una ilusión; pero concluye por reconocer que la ilusión es, a su vez, una realidad. Niega que existan verdades absolutas: pero se da de que los ombres tienen que creer en sus verdades relativas como si fueran absolutas. Los hombres han menester de certidumbre. Qué importa que la certidumbre de los hombres de hoy no sea la certidumbre de los hombres de mañana? Sin un mito los hombres no