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Amauta mismo conpoco ha aparecido luego en su ánimo, la nostalgia de la crasa transquilidad pre bélica. Esta vida de alta tensión la disgusta y la fatiga.
La vieja burocracia socialista y sindical comparte esta nostalgia. Por qué no volver se preguntar al buen tiempo pre bélico? Un mismo senti.
miento de la vida víncula y acuerda espiritualmente a estos sectores de la burguesía y el proletariado que trabajan en comandita, por descalificar, al tiempo, el método bolchevique y el método fascista. En Italia este episodio de la crisis temporánea tiene los más nítidos y ecisos contornos. Ahí la vieja guardia burguesa ha abandonado el fascismo. se ha concertado, en el terreno de la democracia, con la vieja guardia socialista. El programa de toda esta gente se condensa en una sola palabra: normalización. La normalización sería la vuelta a la vida tranquila. El desahucio o el sepelio de todo romanticismo, de todo heroismo, de todo quijotismo de derecha y de izquierda. Nada de regresar, con los fascistas, al Medioevo. Nada de avanzar, con los bolcheviques, hacia la Utopía.
El fascismo habla un lenguaje beligerante y violento que alarma a quienes no ambicionan sino la normalización. Mussolini, en un discurso, dice: No vale la pena de vivir como hombres y como partido y sobre todo no valdría la pena de llamarse fascistas, si no se supiese que se está en medio de la tormenta. Cualquiera es capaz de navegar en mar de bonanza cuando los vientos inflan las velas, cuando no hay olas ni ciclones. Lo bello, lo grande; y quisiera decir lo heroico, es navegar cuando la tempestad arrecia. Un filósofo alemán decía: vive peligrosamente. Yo quisiera que esta fuese la palabra de orden del joven fascismo italiano: vivir peligrosamente. Esto significa estar pronto a todo, a cualquier sacrificio, a cualquier peligro, a cualquiera acción, cuando se trata de defender la patria y el fascismo. El fascismo no concibe la contra revolución como una empresa vulgar y policial sino como una empi esa épica y heroica. Tesis excesiva, tesis incandescente, tesis exorbitante para la vieja burguesía, que no quiere absolutamente ir tan lejos. Que se detenga y se frustre la revolución claro, pero si es posible, con buenas maneras. La cahiporra no debe ser empleada sino en caso extremo. no hay que tocar, en ningún caso, la Constitución ni el Parlamento. Hay que dejar las cosas como estaban. La vieja burguesía anhela vivir dulce y parlamentariamente. Libre y tranquilamente. escribía polemizando con Mussolini, Il Corriere della Sera de Milán. Pero unos y otros términos designan el mismo anhelo.
Los revolucionarios, como los fascistas, se proponen por su parte, vivir peligrosamente. En los revolucionarios, como en los fascistas, se advierten análogo impulso romántico, análogo humor quijotesco.
La nueva humanidad, en sus dos expresiones antitéticas y enemigas acusa una misma intuición de la vida. Esta intuición de la vida no asoma, exclusivamente, en la prosa beligerante de los políticos.
En unas de las divagaciones de Luis Bello encuentro esta frase: Conviene corregir a Descartes: combato, luego existo. La corrección resulta, en verdad, oportuna. La fórmula filosófica de una edad racionalista tenía que ser: Pienso, luego, existo. Pero a esta edad romántica, revolucionaria y quijotesca no le sirve ya la misma fórmula. La vida, más que pensamiento, quiere ser hoy acción, esto es, combate.
El hombre contemporáneo tiene necesidad de fé. la única fé, que puede ocupar su yo profundo, es una fé combativa. No volverán,