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Amauta nes sobre la Violencia: Se ha encontrado una analogía entre la religión y el socialismo revolucionario, que propone la preparación y aún la reconstrucción del individuo para una obra gigantesca. Pero Bergson nos ha enseñado que no solo la religión puede ocupar la región del yo profundo; los mitos revolucionarios pueden también ocuparla con el mismo título. Renán, como el mismo Sorel lo recuerda, advertía la fé religiosa de los socialistas constatando su inexpugnabilidad a todo desaliento. cada experiencia frustrada, recomienzan. No han encontrado la solución: la encontrarán. Jamás los asalta la idea de que la solución no exista. He ahí su fuerza.
La misma filosofía que nos enseña la necesidad del mito y de la fé, resulta incapaz generalmente de comprender la fé y el mito de los nuevos tiempos. Miseria de la filosofía. como decía Marx. Los profesionales de la inteligencia no encontrarán el camino de la fé; lo encontrarán las multitudes. los filósofos les tocará, más tarde, codificar el pensamiento que emerja de la gran gesta multitudinaria. Supieron acaso los filósofos de la decadencia romana comprender el lenguaje del cristianismo? La filosofía de la decadencia burguesa no puede tener mejor destino.
DOS CONCEPCIONES DE LA VIDA La guerra mundial no ha modificado ni fracturado únicamente la economía y la política de occidente. Ha modificado o fracturado, también, su mentalidad y su espíritu. Las consecuencias económicas, definidas y precisadas por John Maynard Keynes, no son más evidentes ni sensibles que las consecuencias espirituales y psicológicas. Los políticos, los estadistas, hallarán, talvez, a través de una serie de experimentos, una fórmula y un método para resolver las primeras; pero no hallarán, seguramente, una teoría y una práctica adecuadas para anular las segundas.
Más probable me parece que deban acomodar sus programas a la presión de la atmósfera espiritual, a cuya influencia su trabajo no puede sustraerse. Lo que diferencia a los hombres de esta época no es tan solo la doctrina, sino, sobre todo, el sentimiento. Dos opuestas concepciones de la vida, una pre bélica, otra post bélica, impiden la inteligencia de los hombres que, aparentemente, sirven el mismo interés histórico. Hé aquí el conflicto central de la crisis contemporánea.
La filosofía evolucionista, historicista, racionalista, unía en los tiempos pre bélicos, por encima de las fronteras políticas y sociales, a las dos clases antagónicas. El bienestar material, la potencia física de las urbes habían engendrado un respeto supersticioso por la idea del progreso. La humanidad parecía haber hallado una vía definitiva. Conservadores y revolucionarios aceptaban, prácticamente, las consecuencias de la tesis evolucionista. Unos y otros coincidían en la misma adhesión a idea del progreso y en la misma aversión a la violencia.
No faltaban hombres a quienes esta chata y cómoda filosofía no lograba seducir ni captar. Jorge Sorel, denunciaba por ejemplo, las ilusiones del progreso. Don Miguel de Unamuno predicaba quijotismo.
Pero la mayoría de los europeos habían perdido el gusto de las aven