86 Amauta rusa merecía toda su admiración, había que defenderla como ya dijo en su crítica que escribió en la cárcel; pero no había que tomarla servilmente de modelo; en Alemania las circunstancias eran distintas. todos la escucharon con entusiasmo, la ovacionaron, pero no la siguieron.
El de enero, el prefecto de policía Eichhorn, uno de los pocos que gozaban de la confianza de la clase obrera, fué destituído; pero él se hizo fuerte en la Prefectura, negándose a entrgarla y aquella fué la señal del movimiento. Los espartaquistas se lanzaron a la calle y el combate se trabó, sangriento. Enormes tanques, granadas de mano, ametralladoras, todos los recursos fueron utilizados de una y otra parte. Ese mismo día Liebknecht arenga a la multitud desde el balcón del Ministerio del Interior y a la tarde los espartaquistas asaltan la redacción del Vorwarts y deciden publicar el Vorwarts Rojo.
El gobierno se echa en brazos de los monárquicos: allí el general Hoffmann, allí el general Maerker, a las órdenes de Noske. las batallas se sucedieron diariamente; no hubo cuartel para los espartaquistas. Tenían en su contra todo el ejército, Noske iba de regimiento en regimiento, el estado de sitio más riguroso fué decretado.
Rosa había tenido que abandonar su casa avisada del peligro que corría y se refugió de noche en casa de unos amigos; pero eso era sólo para tener dónde cerrar los ojos un momento: de día, las reuniones, las discusiones, la redacción del diario, no la dejaban un minuto. El se reunió el Comité Central del partido y se discutieron los propósitos a seguir; el único objeto que cabía ya era impedir que la revolución dies a marcha atrás, que tantos sacrificios fueran estériles.
Ese mismo día los espartaquistas asaltan los grandes diarios, el Berliner Tageblatt y Vossische Zeitung. También se apoderan del departamente de víveres y se dan combates alrededor del Reichstag. Pero en los días sucesivos ocurre lo de siempre, comienzan las deserciones de los aliados: primero la División de Marina, luego la Policía de Seguridad, se pasan a Noske. Por las calles se reparten papeles incitando al asesinato de Liebknecht y de Rosa; la prensa burguesa y el Vorwarts los cubren de injurias y piden sus cabezas; un solo grito se oye por todas partes. Muera Espartaco. Carlos y Rosa a la linterna! Ellos en tanto iban de casa en casa pero sin abandonar jamás el puesto de combate. El 12 todo ha terminado; y el 13 sale por última vez vez Die Rote Fahne y en ella el postrer artículo de Rosa Luxemburgo. Era un amargo desafío; recordaba la frase de Sebastiani a la Cámara Francesa en 1831, el orden reina en Varsovia.
El orden reina en París en 1871, el orden reina en Berlín, así suenan los comunicados de las guardianes del orden cada medio siglo. terminaba: El orden reina en Berlín. Gritad cuanto queráis, pobres lisiado de espíritu. Vuestro orden está construído sobre arena. La revolución volverá a alzarse mañana sobre vuestras frentes heladas por el miedo, y de nuevo oiréis su voz inextinguible: He sido, soy, y serél. 47) Al pie la firma, Rosa Luxemburgo.
Lois tomaron el 16 a ella y a Liebknecht en la última casa en que habían conseguido refugiarse, y se les condujo al Hotel Edén, cuartel general de la División de Caballería de la Guardia. Allí se encontraba toda la oficialidad monárquica al servicio del gobierno; los primeros Von Hoffman y Von Petri. Se les interrogó, pero por fór(47) ALVAREZ DEL VAYO: Op. cit, pgs. 184 y sig.