82 Amauta a to el efecto de un mazazo en la cabeza. Durante algunos queda atontada, helada y muda, cayendo sin cesar en quién sabe qué abismos.
Pero después recuerda que su vida no es para ella lo principal, que no se pertenece, que la revolución social está en marcha y ella está empeñada en esa tarea; y entonces por un esfuerzo sobrehumano se vence una vez más, vuelve a erguirse como antes, y corre como siempre en socorro de los más débiles. Escribe Luisa Kautsky: Querida, ten alta la cabeza. Es necesario permanecer orgullosas y no dejar ver nada. Debemos solamente apretarnos un poco más paTa tener más calor. 44. Al comenzar el año de 1918, la miseria era espantosa en Alemania; las gentes morían de hambre en las calles; no es de extrañar que al decretarse el 23 de enero la huelga general en Viena, ésta se llevara a cabo también en Alemania. El movimiento de carácter marcadamente revolucionario, comprendió más de un millón de obreTos y duró una semana. En todas las fábricas se constituyeron consejos y comités de organización. Los consejos reunidos eligieron un Comité de Acción, compuesto de diez miembros, mitad independientes y mitad social demócratas. Pero estos últimos habían ido a la huelga obligados, bajo pena de caer en el peor descrédito, puesto que ya de socialistas no tenían más que el nombre. El Comité de acción redacta un pliego de condiciones conteniendo siete cláusulas, de las cuales la primera era la celebración inmediata de la paz, y la última la adopción del sufragio universal. El Gobierno Imperial ordenó la clausura de los locales sociales, y entonces los obreros se lanzaron a la calle. Hubo verdaderos combates entre ellos y la policía; el di.
putado independiente Dittmann fue detenido mientras hablaba en una reunión y condenado a cinco años de presidio sin hacer caso de sus privilegios parlamentarios. Al fin la huelga quedó vencida y los castigo fueron terribles: trabajos forzados, más de cuarenta mil obreros movilizados, deportaciones sin cuento. Ludendorff hubiera querido aún más. Sin embargo los revolucionarios se sentían victoriosos; los Espartacos estaban en todas partes invisibles y eficaces. Rosa Luxemburgo era a la vez el alma y el cerebro de la oculta organización. Pero la larga clausura destruía su salud, minaba su organismo, arruninaba sus bien templados nervios. Escribía en julio de 1918, siempre desde la cárcel de Breslau: Esta psicología se desarrolla a pesar nuestro cuando se está largo tiempo en prisión; se sufren de tiempo en tiempo obsesiones, se despierta uno bruscamente en medio de la paz sepulcral que reina en la casa enrejada, con la firme convicción que sobre tal o cual de los seres queridos ha caído una desgracia. La mayor parte de las veces uno se apercibe rápidamente de que todo es imaginación, delirio; a veces. no. 45) Pero la hora de la libertad se acercaba y también la de la muerte.
La ofensiva de la primavera del 18, hizo creer al emperador y al gobierno que podrían sostenerse. Pero aquello era sólo un último estertor y bien pronto la situación se reagravó. El 22 de octubre se realiza una manifestación grandiosa, que después de reunirse frente al Reichstag, recorre la Avenida Unter den Linden hasta la Charlottenstrasse. Allí las fuerzas de policía disolvieron a los ocho mil ma35 (44. Op. cit. pág. 241. 45) Op. cit. pág. 264.