Amauta 71 con uno.
El calmuco se echó a reír y me soltó. Jugar llamas tú a eso? Lo que hago es. dijo una palabra fea. Lo que sea añadí. Quiero que me dejes ver cómo es. Quieres hacerlo tú mismo? Yo me encargaré de. No le interrumpí; lo que yo quiero es ver. Sí que es un capricho raro! Pero allá tú. dijo el calmuco. Se apoyó, dándose importancia, contra el respaldo del banco, y después de una pausa oí que decía. Te cuesta dos marcos.
Aquello me espantó. además, tienes que darme algo a mí; no creo que voy a dejarte mirar gratis. Los dos marcos son para ella; yo me conformo No tengo dinero le dije, en tono lamentatorio. ni creía que había que pagar por eso. Crees que lo hacen de balde? Ganan muy poco para poder ser honradas. Pero, cuando lo haces tú. también tienes que pagar. Dos marcos, y es muy barato, pues en la capital cuesta cinco. Es para eso para lo que les sacas el dinero a los chicos. Para eso y para otras cosas y se levantó muy calmoso. De modo que ¿en qué quedamos. Tienes dinero o no. No, hoy no balbuceé. Bueno concluyó. pues si lo tienes antes del viernes, nos veremos en la escuela, y por la noche puedes venir a donde yo te diga y mirar. se volvió, envuelto siempre en su mandil, a casa de su padre, donde encima de la puerta se leía, en brillantes letras doradas: Carnicería eléctrica. Especialidad en pies de cerdo.
Cogi mi paquete de embutido y corrí con velocidad redoblada hacia mi casa. Estaba muy triste. De dónde iba a sacar los tres marcos? Hubiera tenido que estar seis meses ahorrando del dinero que me daban los domingos. Los caudales de la hucha una manzana verde de barro se habían consumido en regalos de Navidad. Tres marcos! El secreto es caro, y el vengarme de Hilde no está al alcance de mi fortuna. Hasta entonces, nadie me había dicho que para averiguar la verdad hiciese falta dinero.
cos no Al entregarle el embutido a mi madre y decirle una mentiraque el de hígado se había terminado, observé que guardaba la vuelta en un cajón de la mesa de la cocina y que no lo cerraba con llave.
Entre las monedas de cobre y de níquel, vi brillar una hermosa pieza de tres marcos. Luego nos sentamos cenar. La pieza de tres marse me borraba de la imaginación, y cuand mi madre miraba para mí, me arrebolaba de verguenza.
Después de comer, dije que me sentía cansado. mi padre le pareció muy natural, habiendo pasado el día anterior enfermo. Me fui a la cama y estuve dos horas sin conciliar el sueño. Hasta que oí a mis padres hablar en su alcoba y a él mullir el edredón. Un cuarto de hora más tarde, los oí respirar, dormidos. Mi padre roncaba.