Amauta 49 los latifundistas y los trabajadores agrícolas y que oscila, por su propia situación económica, entre la ideología de una y otra de estas clages. En las ciudades se produce un abarrotamiento de habitantes, desproporcionado a la población total de la República. Buenos Aires, Rosario, etc. son núcleos enormemente grandes para una nación que apenas llega a la docena de millones de habitantes. La industria recién nace. No son, pues, obreros industriales los que forman el grueso de la población de las ciudades. Predominan en elias las llamadas clases medias. Es numeroso el porcentaje de pequeños comerciantes, de pequeños industriales, de pequeña burguesía en una palabra dentro de la población urbana. La burocracia es frondosa y numerosos los empleados de comercio (3. La clase en el poder se resiste a entregarlo a estos advenedizos.
Hasta entonces, ha sido la directora de la política. Ha realizado su voluntad Ha distribuído entre sus miembros los puestos públicos.
Considera la nación como un feudo que le pertenece. Como su propiedad privada. La pequeña burguesía quiere tener también su parte en el poder. Reacciona contra esta conclusión. Necesita asegurararse un disfrute tranquilo de sus rentas. Garantizar su seguridad personal y sus riquezas. Disponer, en una palabra, a su antojo, del aparato del Estado. Esa enorme población pequeño burguesa a que nos hemos referido, aspira evidentemente a participar en el gobierno. este continúa, sin embargo, a comienzos de este siglo, en manos de las viejas familias patricias de terratenientes y hacendados, que lo mantienen en sus manos mediante el fraude y la violencia. La ley del voto secreto hace pasar a la pequeña burguesía al primer plano, en cuanto a su importancia en la vida política del país. El radicalismo, con su demagogia, sus indefiniciones, etc. recibe su apoyo y asume el poder con el espíritu pequeño burgués de las grandes masas de población no proletarias. Entre el entusiasmo consigue, desde luego, numerosos adeptos el Partido Radical (4. El irigoyenismo influencia a las mases pequeño burguesas, a la clase media; al artesanado. Su característica principal es la demagogia.
El radicalismo utiliza con habilidad la adulación. Atrae a su lado las masas explotadas en las ciudades, en las fábricas, en las haciendas, cuyos intereses momentáneos coinciden en esos instantes. De tal modo el movimiento pequeño burgués se siente incondicionalmente apoyado por todas las clases. Esta política demagógica le lleva a la coronación de sus esfuerzos.
La vieja clase es desalojada de sus posiciones. Cuando el apoyo en las clases oprimidas no es una cuestión de vida o muerte para el radicalismo, cuando los intereses del momento dejan de coincidir, se produce una reconciliación entre algunos elementos del viejo régimen y del nuevo. Mas hoy, y esto se explica por los factores que hemos enumerado y especialmente por la fuerza que conserva la burguesía agropecuaria, se produce alrededor del gobierno irigoyenista, una concentración de todas las fuerzas burguesas del país, al misnio tiempo que entra en el período de su desagregación, por no serle posible continuar en el tren de demagogia que llevaba a cabo con fines (3. Gonzales Alberdi, LA REFORMA UNIVERSITARIA, inserto en la REVISTA DE FILOSOFIA, Año XIV, 3, Mayo de 1928, pág. 257, Buenos Aires, Imp. Rosso. Gonzales Alberdi, ob. cit. pág. 257.