Amauta 29 ahondada y fiel de los propios acontecimientos históricos que nadie, como él, eupo penetrarlos, examinarlos y comprenderlos en toda su complejidad. por cuanto el marxismo o socialismo científico o materialismo histórico, como se quiera, es la más alta autoridad doctrinaria de estos tiempos y su enunciado teórico comienza recién a cumplirse, a plasmarse en obra viva y dinámica con la descoyuntura y quiebra que oxperimenta a estas horas el Capitalismo Mundial, todos sus portavoces más conspicuos, desde Engels y Lafargue hasta Lenin y los demás investigadores fieles como Mariátegui, con unas de las más enjundiosas antenas del Pensamiento Contemporáneo.
Confrontada así brevemente la trabazón, la contextura ideológica de José Carlos, fácil es deducir su consiguiente pogición socialista ante los problemas nacionales. Pero si bien esta posición económica de Mariátegui, y por lo tanto, social, adquiere y tiene una claridad nítida e intransfundible, en contraposición abierta con los ponentes del credo demo liberal y los caudillos universitarios de la casta latifundiaria y colonialista que todavía superviven entroncados en la nacionalidad, aplazamos, por ahora, la urgencia de presentarlo en este aspecto, para darlo en su actitud frente a los hechos mundiales, de cuya constatación novedosa y fresca aún, su primer libro La Escena Contemporánea. es un documento valiosísimo, trascendente.
La repercusión, la resonancia, la simpatía indiscutibles que esta obra se conquistó en los más importantes sectores latino americanos no obedecieron a su atrayente manera expositiva, a su brillante forma para describir los personajes y los procesoe. El éxito, no popular, por cierto, que alcanzó, fué originado por su aguda y certera perforación mental para comprender todo el contorno de un suceso y los móviles, los objetivos, las intenciones de los varios tipos que estudia. En La Escena Contemporánea todo está proyectado desde un mirador principista. Se descubre todo y todo se ensambla, se perfila netamente a través de una ánima enardecida de su fé revolucionaria, consciente y convicta de su credo ampliamente marxista. No hay allí el más leve asomo ecléctico y conciliatorio, ni aquel escepticismo frío y nebuloso que, por ejemplo, se constata en Francisco García Calderón. Mariátegui se ha vertido por entero en la escena mundial, ha sabido coger la esencia, la m! édula de los fenónxenos y de los hombres, dándonos er su obra la más clara demarcación de los hechos contemporáneos, la más viva y palpitante realidad. es que José Carlos no podía eludir jamás sus imperativos básicos de socialista, de marxista. En toda la obra su trayectoria revolucionaria queda evidenciada, su fé, su posición ideológica están constatadas. Ya aboque el suceso fascista en Mussolini, Anunzzio o Marinetti; ya haga la requisitoria del liberalismo con Lloyd George y del laborismo con Mac Donald; ya se venga hasta la figura singular de Mustafa Kemal y la agitación turca o perfile la silueta de Wilson con su mesianismo democrático, la actitud doctrinaria de José Carlos está bien afirmada, compactamente esbozada.
Pero donde cobra sus mejores guilates clasistas y revolucionarios csta visual interpretativa de Mariátegui es al presentarnos la verdad balchevique de Rusia y sus líderes. Aquí se ensancha más su aptitud valoradora y se certifica su frente polémico, socialista, así, yendo de Barbusse a Mahatma Gandhi; de Jaques Sadoul a Lenin o Zinovief