26 Amauta aunque sin éxito, reclamaron para él una cátedra; y su sola presencia en las viejas aulas, fué siempre saludada con cálidas aclamaciones.
Su obra tendrá por la rotundidad y sinceridad con que se produ jo, exageración y pujanza, como todo lo destinado a pervivir. Expe riencias nuevas y nuevas verdades la rectificarán o integrarán fecunda.
mente, como sucede a todo lo que no es precisamente dogmático ni infalible; pero de ella surgirán florecientes, los gérmenes de una nueva conciencia social. así como el mejor elogio de la vida de José Carlos Mariátegui está en el intenso dolor social que causó su muerte; en la reafirmación de fé, que hubo como apoteósis, en torno de sus restos; ésta celebre frase de Cecilio Acosta, cabe como valoración de su obra, como expresión muy propia y que parece haberse escapado de su tumba: Lo que yo escribo, queda.
Abril. 1930.
DUELO AMERICANO, por Luis Valcárcel. figura más grande de la intelectualidad del Perú de esta generación José Carlos Mariáteguim ha desaparecido.
Pensador y apóstol, la juventud de América veía en él, con legítimo orgullo, el rebrote feliz del genio del continente que, unas veces, crea a Bolívar y, otras, a Juárez, que hoy anima a Ingenieros y antes a Marti, que alumbra a Montalvo con expontánea complacencia que a Rubén, que tan pronto esquiva su fecundidad y se la niega a los políticos como se la prodiga a los artistas. América del futuro, América eterna vivió en Mariátegui, y por eso en él se contempló la juventud de este hemisferio.
En esta década, el Perú sólo fué citado con honor cuando aparecia el nombre de José Carlos Mariátegui. lo que salva al Perú, lo que salva la responsabilidad de la juventud peruana, es el apostolado de Mariátegui, su obra doctrinaria, su élan de cultura y de creación, su fervor y desinterés, su apoyo del oprimido y su intuición admirable de todos los problemes cardinales de América. Mariátegui los estudia y los resuelve.
Vida vértice, en su ancha comprensión de la realidad contemporánca, no escapa a su gran visualidad el panorama de los pueblos y las razas. Por ericima de las diferencias que impone la geografía, Mariátegui, como los pensadores ecuménicos de este siglo, percibe las comunes inquietudes. Afronta Mariátegui las cuestiones peruanas con conocimiento profundo de nuestra particular modalidad; pero imprime en el proceso que conduce a la solución la praxis del tiempo. Socialista, comunista, rusófila, no puede ser de otro modo la juventud de la época, como fué la del ochocientos demócrata, libertad y jacobina. Los métodos para la acción impuestos por Mariátegui, con la energía del convencido, eran y siguen siendo métodos exclusivamente socialistas.
No pueden ser otros, porque como dice Wellsm apenas habrá perso