José Carlos MariáteguiSocialismSocialist PartyStrikeWorking Class

Amauta 23 do, sino solamente, y en el mejor de los casos, a medias, es decir, a su manera, según la capacidad de su espíritu; y por ello, aún sin quererlo, traiciona la enseñanza del maestro, la deforma, la rebaja, la empequeñece, la corrompe. El discípulo tiene, casi siempre, compañeros, y no siendo el único, tiene celos de los otros; quisiera ser al menos el primero entre los segundos; y por eso difama a sus compañeros y les tiende lazos. Cada uno crce ser, o por lo menos quiere ser creído, el único intérprete del maestro. En todo discípulo, aún en aquellos que parecen más sumisos y leales, se esconde siempre el gérmen de un Judas.
González Prada, el maestro, como se le llamó farisiacamente desde la derecha patriotera, hasta la izquierda desorientada, fué el primer hito de nuest o pensamiento social cor, temporáneo. él, había de sucederle la auroral etapa socialista, el tiempo de lucha y de organización del proletariado. corresponde a José Carlos Mariátegui, significar sobresalientemente con su obra, esfuerzo de tal magnitud en la historia de nuestras ideas políticas.
Con Mariátegui aparece en nuestra escena nacional, una nueva y poderosa visión de las cosas y de los hombres. Su labor, a la que su muerte no le arrebatará jamás, trascendencia y fecundidad, ha tenido la virtud de concentrar la atención de millares de trabajadores del Perú entero.
Es innegable el hecho de que precedieron a la obra de Mariátegui los esfuerzos de agitadores destacados y de organizaciones proletarias incipientes. Hubo un partido socialista que formuló las bases de sus programas máximo y mínimo en momentos en que una gran huelga en Lima, era la eclosión de protestas memorables. La cultísima inteligencia de Luis Ulloa, intentaba orientar a los trabajadores. Pero ni el momento histórico de aquel intento, ni la esporádica y naciente agrupación, tuvieron propicio ambiente para extender su influencia.
Las masas seguían el equivocado derrotero de otras propagandas. El caudillaje oportunista y extraño al programa socialista, encendía una esperanza entre el exaltado y confuso clamor tumultuario, oscurecién. dose de ésta suerte, la débil antorcha de los precursores.
Hubo también la hora de un populismo soit disant, cuando desde sus sonoras tribunas, rotuladas como cátedras universitarias populares, los estudiantes discípulos de González Prada, señalaban donde estaban nuestros problemas y planteaban la cuestión que debía interesarLa propaganda anarco sindicalista, por otra parte, seguía como un coro a la exultante inquietud social. Todo empero, ataba fuertemente un impulso que necesitaba la orientación precisa y justa que la historia ha demostrado en otros países.
La utilidad, la importancia de esos antecedentes, no podía perdurar ni decidir en el desarollo de una gran causa social. Los populistas de ayer, habían concluído su misión de plantear los problemas del campesinado y de los obreros de las fábricas, minas y demás industrias.
La prédica iconoclasta, vaga y oportunista, causaba confusiones, inhibiciones, recelos, sospechas; y era propicia para los fáciles éxitos, para los exhibicionismos de ególatras y ambiciosos agitadores.
Las posturas anarco sindicalistas, como su propaganda, confinaban a los trabajadores a permanecer dentro del círculo de hierro de la tradicional lucha por el salario, con daño y olvido de sus derechos y de la misión del proletariado en nuestros tiempos.
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