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10 Amauta Por otra parte, en el orden de las relaciones internacionales, la reacción pone la política externa en manos de las minorías nacionalistas y anti democráticas. estas minorías nacionalistas saturan de chauvinismo esa política externa. impiden, con sus orientaciones imperialistas, con su lucha por la hegemonía europea, el restablecimiento de una atmósfera de solidaridad europea, que consienta a los estados entenderse y acerca de un programa de cooperación y de trabajo. La obra de ese nacionalismo, de ese reaccionarismo, la tenemos a la vista en la ocupación del Ruhr.
La crisis mundial es, pues, crisis económica y crisis política. es, además, sobre todo, crisis ideológica. Las filosofías afirmativas, positivas, de la sociedad burguesa, están, desde hace mucho tiempo, minadas por una corriente de excepticismo, de relativismo. El racionalismo, el historicismo, el positivismo, declinan irremediablemente. Este, es, indudablemente, el aspecto más hondo, el síntoma más grave de la crisis.
Este es el indicio más definitivo y profundo de que no está en crisis únicamente la economía de la sociedad burguesa, sino de que está en crisis íntegramente la civilización capitalista, la civilización occidental, la civilización europea.
Ahora bien. Los ideólogos de la Revolución Social, Marx y Bakounine, Engels y Kropoktine, vivieron en la época de apogeo de la civilización capitalista y de la filosofía historicística y positivista. Por consguiente, no pudieron prever que la ascensión del proletariado tendría que producirse en virtud de la decadencia de la civilización occidental. Al proletariado le estaba destinado crear un tipo nuevo de civilización y cultura. La ruina económica de la burguesía iba a ser al mismo tiempo la ruina de la civilización burguesa. que el socialismo iba a encontrarse en la necesidad de gobernar nó en una época de plenitud, de riqueza y de plétora, sino en una época de pobreza, de miseria y de escasez. Los socialistas reformistas, acostumbrados a la idea de que el régimen socialista más que un régimen de producción lo es de distribución, creen ver en esto el síntoma de que la misión histórica de la burguesía no está agotada y de que el instante no está aún maduro para la realización socialista. En un reportaje a La Crónica yo recordaba aquellas frases de que la tragedia de Europa es esta: el capitalismo no puede más y el socialismo no puede todavía. Esa frase que dá la sensación, efectivamente, de la tragedia europea, es la frase de un reformista, es una frase saturada de mentalidad evolucionística, e impregnada de la concepción de un paso lento, gradual y beatífico, sin convulsiones y sin sacudidas, de la sociedad individualista a la sociedad colectivista. la historia nos enseña que todo nuevo estado social se ha formado sobre las ruinas del estado social precedente. que entre el surgimiento del uno y el derrumbamiento del otro ha habido, lógicamnte, un período intermedio de crisis.
Presenciamos la disgregación, la agonía de una sociedad caduca, senil, decrépita; y, al mismo tiempo, presenciamos la gestación, la formación, la elaboración lenta e inquieta de la sociedad nueva. Todos los hombres, a los cuales, una sincera filiación ideológica, nos vincula a la sociedad nueva y nos separa de la sociedad vieja, debemos fijar hondamente la mirada en este período trascendental, agitado e intenso de la historia hu ana.