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8 Amauta Hay, pues, dos ejércitos proletarios porque hay en el proletariado dos concepciones opuestas del momento histórico, dos interpretaciones distintas de la crisis mundial. La fuerza numérica de uno y otro ejército proletario depende de que los acontecimientos parezcan o no confirmar su respectiva concepción históriea. Es por esto que los pensadores, los teóricos, los hombres de estudio de uno y otro ejército proletario, se esfuerzan, sobre todo, en ahondar el sentido de la crisis, en comprender su carácter, en descubir su signifación.
Antes de la guerra, dos tendencias se divi el prodeminio en el proletariado: la tendencia socialista y la tendencia sindicalista. La tendencia socialista era, dominantemente, reformista, social democrática, colaboracionista. Los socialistas pensaban que la hora de la revolución social estaba lejana y luchaban por la conquista gradual a travez de la acción legalitaria y de la colaboración gubernamental o, por lo menos, legislativa. Esta acción política debilitó en algunos países excesivamente la voluntad y el espíritu revolucionario del socialismo.
El socialismo se aburguesó considerablemente. Como reacción contra este aburguesamiento del socialismo, tuvimos al sindicalismo. El sindicalismo opuso a la acción política de los partidos socialistas la acción directa de los sindicatos. En el socialismo se refugiaron los espíritus más revolucionarios y más intransigentes del proletariado. Pero también el sindicalismo resultó en el fondo un tanto colaboracionista y reformistico. También el sindicalismo estaba dominado por una burocracia sindical sin verdadera psicología revolucionaria. sindicalismo y socialismo se mostraban más o menos solidarios y mancomunados en algunos países, como Italia, donde el partido socialista no participaba en el gobierno y se mantenía fiel a otros principios formales de independencia. Como sea, las tendencias, más o menos beligerantes o más menos próximas, según las naciones eran dos: sindicalista y socialista. este período de la lucha social corresponde casi íntegramente la literatura revolucionaria de que se ha nutrido la mentalidad de nuestros proletarios dirigentes.
Pero, después de la guerra, la situación ha cambiado. El campo proletario, como acabamos de recordar, no está ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en reformistas y revolucionarios. Hemos asistido primero a una escisión, a una dicisión en el campo socialista.
Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anticolaboracionista, revolucionaria. esta parte del socialismo es la que, para diferencia: se netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo. La división se ha producido, también, en la misma forma en el campo sindicalista. Una parte de los sindicatos apoya a los social democáticos; la otra parte apoya los comunistas. EL aspetco de la lucha social europea, ha mudado, por tanto radicalmente. Hemos visto a muchos sindicalistas intransigentes de antes de la guería tomar rumbo hacia el reformismo. Hemos visto en cambio a otros seguir al comunismo. entre estos, se ha contado, nada menos, como en una conversación lo recordaba no hace mucho al compañero Fonkén, el más grande y más ilustre teórico del sindicalismo: el francés George Sorel. Sorel, cuya muerte ha sido un luto amargo para el proletariado y para la intelectualidad de Francia, dió toda su adhesión a la Revolución Rusa y a los hombres de la Revolución rusa.
Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistas clasificación anacrónica sino en a