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Amauta 83 a sus juramentos. Pero no, deja más bien madurar el crimen, y cuando en enero o febrero vamos a Amsterdam, los Países Bajos serán por segunda vez sojuzgados. No haya cuartell (29) En octubre de 1904, al advenimiento del rey Augusto de Sajonia, se dictó una amnistía general para los presos políticos. Rosa se resistió a ser puesta en libertad, se negó, no quería deber nada a los enemigos; el estar libre sin haber terminado de cumplir su condena, por una gracia del Rey de Sajonia, le era odioso. Sus protestas naturalmente no valieron de nada y fué obligada a aceptar la amnistía.
Al estallar la revolución rusa de 1905, Rosa decidió partir. La arrastraban, desde luego la voz del deber, y después también la fascinación del combate, su ardiente corazón de rebelde. Fué entonces, durante su actuación en Varsovia y Petersburgo, que su mente se acercó más y más al proletariado, al contemplarlo tan consciente, tan avezado para la lucha, en las fábricas humosas y en las reuniones revolucionarias.
Allí se depositó el gérmen que la condujo luego directamente hacia el comunismo y hacia la táctica revolucionaria. El 28 de diciembre de 1905 partía hacia Varsovia bajo un nombre supuesto, con pasaportes que atestiguaban su identidad como Ana Maczke. En Illowo, el tren que esperaba para Varsovia llega lleno de soldados y Rosa, sin vacilar un momento, se embarca en él, haciendo gala de un valor temerario, y llega, felizmente, sana y salva a Varsovia, en plena huelga general. Allí Rosa se desvive ocultándose como puede de la policía, dirige a la vez dos periódicos revolucionarios y un órgano sindical, reparte entre los obreros folletos que le envían con mil precauciones de Alemania, habla en los meetings una vez levantado el estado de sitio y además estudia el movimiento. Sus cartas a los Kautsky son una verdadera historia razonada de los hechos y un análisis sagaz del por qué la revolución ha fracasado. Según su criterio, no ha habido verdadera unidad de acción; Moscou, Petersburgo, Varsovia, todos se manejaban por su cuenta.
Certeramente, dice: En Petersburgo solo la Revolución no podrá vencer jamás; ella no vencerá más que en el Imperio entero. 30. la historia le ha dado la razón. La vida que llevara en este período se desprende bien de algunos pasajes de sus cartas: Todos los días hay en la ciudad dos o tres personas degolladas por los soldados, arrestos cotidianos: fuera de esto es un contento. pesar del estado de sitio hacemos aparecer todos los días nuestro Sztandar, que se vende en las calles. Desde que se levante el estado de sitio la Tribuna reaparecerá. Por el momento estamos obligados todos los días a conseguir en lucha abierta, revólver en mano, la impresión del Sztandar en las imprentas burguesas. 31) Oiréis hablar de mí. dice luego. Se excusa de no poder escribir más frecuentemente por la inseguridad de la existencia, de la que sufre aquí continuamente. 32. en medio de los peligros, una admiración ardiente por el proletariado ruso apodera de su alma; habla con fervor de su heroismo silencioso. de (29)
pág. 85. 30) Op. cit. pág. 101. 31)
pág. 103. 32. Op. cit. pág. 112.
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