74 Amauta pectativa, y la besé. Me parecia que el secreto no estaba ya lejos, pues cuando, sin querer, me encontré con la mano puesta en su rodilla, se acurrucs contra mí y me apretó la mano entre las piernas.
Luego, con un movimiento rápido, me puso la boca junto al oído y me dijo en voz muy queda. De esto no tienen que enterarse nuestros papás.
Aborrezco a los mayores le contesté. Sí; no quieren que los chicos sepamos nada oí que me decía. Ya lo tengo. pensé. Me volví de espaldas, con un mimo de terquedad, y arranqué con la mano que me quedaba libre un puñado de hierba. Si dije en voz alta. guardan el secreto para tenernos dominados. Todos son malos y se pasan la vida odiándose unos a otros. Por qué no hemos de saber las causas de ese odio?
Absorvido por la idea del misterio, me había olvidado de Hilde.
Las sombras del crepúsculo agrandaban las figuras barrocas del pabellón. Del fondo del jardín llegaba el ruido de los picotazos de un pájaro carpintero.
De pronto, noto que me toca suavemente; oigo sus movimientos; la siento arrastrarse sobre la hierba; su vestido de pliegues se agita en oscuras oleadas; pero apenas distingo nada, pues se ha hecho de noche.
Me coge por el hombro, se acerca a mí; yo me mantengo rígido, con los dedos hincados deseperadamente en la hierba. Ahora, ahora. pienso. Todo mi espíritu se cocentra en esta idea.
Hilde pone la boca en mi oído y murmura. No creas que no lo sé todo.
Mi cuerpo está como paralizado. Toda la voluntad se me agolpa en el oído. Me lo ha contado todo mi primo. le conoces. el que estudia Medicina. Me ha contado, sin ocultarme nada, todas esas cosas que los mayores no quieren que sepamos. sé cómo nacen los niños. Un hombre y una mujer se acuestan juntos, y a los nueve meses viene el hijo. Pero ¿qué tienen que ver los niños con el misterio? le digo en voz queda.
Hilde se ríe de mí. Pues ¿cómo crees que se hacen los niños más que así? Pero mi primo me ha dicho también que no se tienen chicos si no se quiere, pues los casados lo hacen todas las semanas y casi nunca tienen más de tres hijos. que si los pobres tienen tantos es porque son unos ignorantes y unos brutos. Sigue. le grito. Sigue, Hildel.
Estaba pegada a mí y sudaba. Al principio, creí que eran lágri Sí, y un día. sabes. estaba aquí tumbada con mi primo, así como ahora, y él me tenía cogida con un brazo por el talle. así. ves?
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