Amauta 25 rios. Pardo, fiel a Vivancoenemigo de Castilla, y admirado antaño por don Francisco González de Prada. lanzaba proclamas versificadas y teóricas, en las que repercutía el eco del académico que incidió en la montonera, aquel buenmozo y bien vestido señor don Manuel Ignacio de Vivanco. Carlos Augusto Salaverry, militar y poeta, derretía terrones de azúcar a los pies de ellas. Pero, Ricardo Palma, un escritor maduro, cuyos treinta años triunfaban sonoramente, conciliaba a Pardo con Segura en sus artículos, pues, al elogiar a éste y editar sus obras no vacilaba en calificar a aquel como el mayor ingenio de las letras peruanas; y aun cuando celebraba el clasicismo de don Felipe cultivaba en su manera la deshilachada musa de don Ascensio.
Manuel González de Prada miraba, con cierto dejo de melancolía algún ribete de burla, aquel afanoso discurrir de ingenios mayores y mayoritarios. Ya había dicho Musset, el fiero consejo de minoritarismo: Mi vaso es pequeño, pero yo bebo en mi vaso. Manuel guardaba, también, para sí, su petit verre. su pequeño vaso; un drama que no quiso llevar a la escena. Entre clase y clase de San Carlos, había compuesto, al gusto de la época, una pieza teatral de título elocuente: Amor y Pobreza. No pudo librarse totalmente del embate romántico que lo avasallaba todo, pero tuvo la pulcritud del inédito.
Una tarde tremenda, de azoramiento y espectativa, en que su adolescencia sintió la alucinación de la gloria literaria ya que no había podido obtener la codiciada gloria industrial se dedicó a trazar la primera frase de su obra, pero, antes, escribió con su fina y perfilada letra inglesa la fecha de la iniciación: 25 de octubre de 1864. Durante cuatro días no descansó. Abandonó otras ocupaciones y se dedicó a terminar el primer acto. Se desanimó, luego. Durante dos meses durmieron los originales, mas, nuevamente tornó a escribir vorazmente, dos días íntegros, para rematar el segundo acto. Pensó después cómo terminar el conflicto y se decidió a acabar. No soltó la pluma hasta que, ilusionado y temeroso, firmó y fechó: 20 de febrero de 1865. Añadió algunas acotaciones y guardó el manuscrito en una gaveta, pensando entregarlo más tarde a alguna compañía de cómicos. En realidad, lo entregó definitivamente al olvido.
Estaba descontento de sí mismo. Para entretenerse, tradujo algunas poesías del alemán e inglés. Vertió íntegramente al castellano Der Niebelungen. y, terminado su trabajo, despedazó los originales. En cuadernos pulcros, su pulcra letra inglesa. manes de Mister Blum trazó imitaciones y traducciones de Goethe, Schiller, Heine, Chamisso, Koerner, Rückert, von Blaten. El adolescente vertía así una estrofa de Goethe: Resbalan noches sin días, Días sin noches resbalan; Pero, en las alas del tiempo, Nuestros amor vuela sin alas. Le ordía a él también. el romanticismo? Perplejo y dubitativo, espectaba la vida. Los románticos peruanos no podían libertarse aún de la influencia del gaditano José Joaquín de Mora, ue enfundó en levita y calzó guantes al gusto de la época. Frente a él, se desmelenaba otro español, Fernando Velarde, versificando imprecaciones.