Amauta 75. y me acariciaba con una mano la rodilla. í, así, así. y luego sentí que subía hacia arriba la mano. eso, eso! y que me acercaba mucho la boca al oído y me mordía en el mollete de la oreja y yo la miordí también. y no me hacía daño, igual que tú ahora, pero me cosquilleaba de un modo muy raro por todo el cuerpo. que la había dicho que no pasase miedo, que él tendría mucho cuidado, y que no había tenido miedo ninguno cuando siguió haciéndole cos quillas por el cuerpo arriba. yo repetía al pie de la letra todo lo que me iba relatando que le había hecho el primo. cuando me tocó donde es pecado tocarse. Así. así. Ay. Sí. Ahí.
Déjame. Se me abrazó como una loca y cai sobre ella con el vestido todo revuelto, y en aquel momento setí que todo se borraba de mi memoria: su nombre, el jardín, la botica. Sólo sentía aquella mano, metida allí donde la tenía el primo: en aquella mano estaba concentrada mi vida entera. De quién era la mano. Del primo. Mía. De los dos. Sigue, Hilde, sigue le grité furioso. Pero oí que su voz, como si viniese de muy lejos, me decía, suspirando. Ah, qué hermosa es tu mano. Déjala así. Es mucho más hermoso que cuando tengo la mia. El misterio. grité bramando. El misterio. En aquel momento me parecía verlos a todos delante de mí; a mi padre, a mi madre, a Ferd, a León, a Augusto, a Hilde, al pueblo entero. 11El misterio. Siento su brazo ciñéndome la espalda. Me quieres. ii Pronto, dime el secreto. Qué secreto. Si yo no lo sé. Hilde exclamo, soltándola y escondiendo la cara en la tierra. Entre la hierba, que se me mete por los dientes, le grito. Cómo que no lo sabes. No me has dicho que lo sabías todo. No replicó ella, levantándose. pues cuando llegamos a donde te conté, nos llamaron para cenar.
No sé cuánto tiempo tardé en hablar. También Hilde me había engañado. Al cabo de un rato, siento que se acerca a mí y me di Eres tú el que tiene que saberlo. Para eso eres hombre. Enséñamelo! se sienta junto a mí, que permanezco mudo, inmóvil, y añade. Quiero que tú me lo enseñes, pues eres mi novio. Déjame. le digo, malhumorado. Tampoco yo lo sé y quería que tú me lo dijeses.
Entonces, ella palmotea muy alegre y todo se vuelve risa. Idiota. Idiota. exclama, riéndose de mí y tirándome de la nariz. Fanfarrón. Fanfarrón!
Me levanto sin poder contener la rabia, y le grito, furioso. Tampoco tú lo sabes. y la cojo por la muñeca. Pero eres tú, que quieres ser hombre, el que tiene que hacerlo.
Las mujeres no necesitamos saberlo. Idiota. Idiota!
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