Amauta 73 Voy camino de casa. El frescor blanco azulino de la tarde se posa sobre los campos. En los setos de zarzamoras saltan los pajarillos.
La hierba que crece junto al camino está húmeda. Si mete uno las botas entre ella, salen negras y brillantes como el charol.
Ferd me ha encargado de ir a casa de León esta misma noche a comunicarle nuestro acuerdo. En nombre de la Guardia rojal, me ha dicho, prohibiéndome terminantemente que aceptase ningún regalo de Frau Silberstein, aunque sólo fuese una manzana. El honor lo vedal, me dijo.
Pero no me dijo nada del misterio, ni una palabra; ni por qué había mentido a su padre; ni me dió ninguna explicación acerca del beso, ni sobre el parto de la yegua, que tanto miedo me metió. Sólo me dió una orden y una prohibición.
Claro que yo le engañé cuando cerre los ojos y me imaginé que sus labios eran los labios de una muchacha.
Pero quizá el misterio requiera mentir.
Ferd no quiere que se le hable del misterio. El no ha mirado en el Diccionario, como yo, ciertas palabras, ni se ha escondido en una casa de baños, mirando por las rendijas para ver a las chicas bañarse. Ni ha enseñado tampoco a una muchacha a montar en bicicleta por una carretera, a la caída de la tarde, sosteniéndola en el sillín, mientras el aire la levantaba la falda. Ni ha luchado en el prado con una chica, por broma, ni notado que la broma se convertía de pronto en veras, y uno no se quedaba contento hasta que no la derribaba y la hacía caer de espaldas.
Ferd no sabía ni quería saber nada de esto. Ferd era un héroe.
Un ideal. Pero sin misterio.
Yo juré seguirle las huellas a este misterio que flota en el aire y lo llena todo, hasta descubrirlo, aunque todos los mayores se juramentasen para ocultarmelo. Seguramente es un misterio malo. Pero el saber una cosa mala es más tolerable que el sospecharla. De modo que voy a romper el juramento que le he hecho a mi amigo?
Pero no. pensé para mí. no necesito faltar a él, porque lo que yo quiero no es tener una muchacha, sino ver con mis propios ojos cómo es cuando se tiene. muy contento de este razonamiento, que me libraba de la deshonra de un perjurio sin impedirme averiguar lo que quería saber, entré silbando por las calles adentro.
su En el capítulo siguiente. que omitimos para limitar nuestra trascripción a los capítulos esenciales de la novela se cuenta la visita del protagonista a condiscípulo León Silberstein. Descripción del ambiente del hogar judío de los Silberstein, muy contentos de que su hijo enfermo tenga un amigo en la ciudad. ΕΙ pequeño Silberstein rerarca a su amigo el tono de protección de su amistad. Los Silberstein lo obsequian con unas galletas.