70 Amauta. La Ba a a de la Noche El alba amanecía más temprano en tu frente; acaso el vaivén de tu gracia hacía dulce el vuelo de los pájaros.
La lluvia de tus mieles era como las fiestas del rocío.
Las nubes tienen la gimnasia de la esperanza, igual que las hojas de un sueño se me caen tus lejanos sonidos.
Tengo la mirada que se defiende encima del corazón y el espejo que guarda su tesoro evadido de todos los rostros del deleite.
El color de los rezos se nubla, pesa demasiado el latido de (tu voz; porque algo se aprieta y quema mi duda y atraviesa mi siembra precipitada.
Puede ser lo que perfuma los sueños, lo que hace la alegría en las llamas; porque el recuerdo desciende como flor o es el mendigo tendido a la sombra de su resplandor apagado.
Llevo la palabra que corta su propio filo; la imagen que quiebra su luz en el viento que ha muerto; barquero de tu nombre perdido en el humo de un naufragio, te busco en la onda del trigo, en la carrera del cielo.
He ahí la senda repentina y la noche abierta para derramarse como un licor distraído.
Lorenzo Montes.