Violence

66 Amauta quintos de libra, regalo de su finado. Teresa le acompañó hasta la puerta. Y, ya insinuante, se despidió el muchacho. Stá mañana, china.
La china, toda sonrosada y sonreída, picardeó también insinuacio Hasta mañana, Gaviota.
nes: IV Gaviria cambio de habitación. No podía ya, adecentado y pretencioso, seguir en el Solar de Nuestra Señora del Carmen. Una tiendecita en la calle Lima le albergaba ahora. En la salita colgó los chismes y abalorios, recuerdos de sus viajes. En una mesa, tinta y plumas.
Manifiestos del Resguardo. Códigos y Aranceles. Comedor, todavía sin muebles. El dormitorio, con cama ancha ya, que esperaba a la esposa.
En la salita, en marco hecho por él y por él taraceado, sonreía la novia. En otro marco, don Charles y él, allá en Amsterdam, cuando todavía eran amigos. Una fotografía del Abatros. Oleografías con marinas chillonas y escenas de naufragios y batallas navales. En un testero, el Huáscar con el pabellón al tope y desesperándose en Angamos.
Luego, las patillas de boca de hacha de un Miguel Grau un tanto hipotético.
Pero todavía, se decía él, faltaba la mano de la china que arreglase todo con orden y concierto. Todavía faltaba, en efecto, la prolija inquietud de la compañera que pusiese la nota íntima de hogar en los cuartos un poco desolados de la casa. Los hombres no sabemos estas cosas. Pacencia. había bostezado Misia Lola. los días fueron discurriendo mansos, tranquilos, sin historia. El noviazgo vulgar, sereno, sin alternativas, en que Gaviria ponía su arrebato enamorado y Teresa se dejaba arrullar mimosa y querendona. Largos paseos nocturnos por el Malecón. Ambos llegaban conversando.
Una vez junto al mar, paseaban en silencio, escuchando el mozo a la mar cariñosa, oyendo la novia cómo el novio oía. Después, de regreso ya, unos minutos breves de despedida. antes de irse, Gaviria la besaba en la boca, en los ojos, con esa violencia apasionada y codiciosa de que tanto gustan las mozas engreídas del Perú.
Ella le fué vulgarmente leal. Primero, porque el mozo supo enamorarla como un macho, sin arrumacos ni dengues. Segundo, porque alguna vez que se habló de la Fulana que engañaba a su marido, había murmurado el Gaviota. Zambo flojo. Pa que serán las chavetas. así, días más, días menos, llegó aquel en que señalaron fecha para la boda :el segundo sábado de Abril.