Amauta 65 cano COla muchacha. Gaviria la siguió hasta su casa y cuando ya iba a abordarla, la otra le dió con la puerta en las narices. Así la persiguió días y semanas. Eso fué por los primeros días de Diciembre. Al año nuevo la casualidad le puso delante de la muchacha. Al salir del Teatro Colón, felizmente él trajeado de civil, alguien tuvo una impertinencia que la sonrojó duramente. El grupo tarambana de piroperos prosiguió en sus floreos enfadosos hasta que terció el Gaviota porque quiso y porque pudo. chin, pun, Callao. se hizo el boche. Un zambo mentó sonriente. Cómo me gusta ese gallo qu en el revuelo pica!
Madre, hija y dos amigas huyeron prontamente. Al día siguiente, se cruzaron en una calle. Teresa se paró ante él y en muy buenos decires le dijo su gratitud y que se había portado como un caballero. El mozo enrojeció hasta los ojos. Su audacia se le fué a los talones y ella rió de todo el embrollo que al otro se le hacía el estarse ante una mujer que le coqueteaba. Cuando se separaron, teniendo entre la suya la mano basta del muchacho, ella le preguntó si se verían otra vez. Cuando usté quiera, señorita. El miércoles voy al Badell a ver París a Medianoche. de ver París venían. Durante los entreactos, la muchacha había vuelto los ojos pícaros y reilones. Gaviria recibía el coqueteo con una vaga sonrisa entre el humío del cigarrillo. Aguel día se puso un uniforme nuevo cuyos botones restregó hasta casi gastar. la salida se les acercó y la muchacha lo presentó a su madre. Dijeron que mucho gusto y la señora Gómez se explayó en una serie de consideraciones sociológicas y calificando de desgraciaos a esos tipos que asaltan con piropos a las mujeres que no han defensa. Felizmente usté, felizmente.
Cuando llegaron a la puerta de la casita enjabelgada, le invitaron a pasar. Misia Lola sacó copas y una botella de guinda. Bebieron y así quedó anudada la amistad. Las dos mujeres tornaron con mimos agradecidos. Gaviria excusó gratitudes y dijo que hiciera su deber.
Misia Lola, prudente, inquirió. Usté. es del Callao. Sí, señora. Cómo no lo había visto antes.
El mozo contó entonces que estuviera embarcado. Habló de sus andanzas y contó de tierras extrañas. La charla se hizo larga por esa cualidad de nuestros mozos bien hablados. Contó también como, al pasar la línea, allá en el Ecuador, le bautizaron con un baldazo de agua y le impusieran el nombre de Gaviota. Luego los líos y bromas jugados a cual taberno de cual ciudad lejana, perdida ya, en el recuerdo del muchacho. Qué costeo. Cuando Misia Lola penetró al interior de la casa, Gaviria preguntó a la moza si volvería al cinema y cuándo. Ella sonrió hasta por los ojazos rasgados y murmuró apenas bajando la cabecita prieta y rizosa: Mañana. callaron. Volvió Misia Lola. Gaviria se despidió ofreciendo, pa: ra siempre, sus servicios. La Sra. Gómez sacó debajo de la manta bordada un brazo regordete y moreno unido a la mano por una pulsera de