64 Amauta envidia, porque esos vivían todavía a su antojo, haciendo de sus vidas lo que les venía en gana. Porque él, Gaviota, vivía amarrado a un deber absurdo, metido dentro de la cárcel azul de su uniforme y maldiciendo la mala, la pe rra pata que lo trajo otra vez a la perezosa indiferencia de los días porteños.
Pero Iqué diablo! Después de tantos meses y de tanta rutina no hay voluntad que aguante, ni nostalgia que no muera.
Cuando la vida se encauza definitivamente, sin perspectivas leagres, el abandono es un recurso y un consuelo. pasarse la vida penando porque no hubo buque en qué marcharse, era tonto y sin objeto, no es cierto? así, una vez distribuído el tiempo entre un quehacer y una ilusión, nada nos hace volver la memoria, inútil ya y adormecida. entre jaranas y copas, volvieron los días tarambanas de la Boca e Chapa y las empresas rumbosas de arrunzar con pindongas.
Los primeros días de regreso en el Callao fueron un poco duros.
Antes de embarse, Gaviria no era sino un palomilla, mal tratado por el medio, sin amigos, porque no eran tales los compañeros con quienes había que competir, sin más consuelo que las noches turbadoras del prostíbulo, arrullado por el camote de una niña pecadora. todavía, ese camote era un peligro que había que afrontar todos los días. Se embarcó, pues, y sólo tuvo, al pricipio, el temor ante una nueva vida.
El temor de haber dejado su Callao que tanto y tan bien conocía, para emprender una aventura de la que no tenía antecedentes. Pero una vez abordo, familiarizado con esas gentes, no se preocupó más y se acomodó a las circunstancias. Ahora que desembarcaba, extrañó un tanto la vieja vida del barco, pero como al volver encontrara otra vez su tierra y sus gentes, sólo tuvo la nostalgia de los primeros días. Acaso le contrarió el sentirse amarrado a una obligación, pero no eran las bordas del Albastros una cárcel imposible de evadir. Qué diablol Días después de calzar los veintiún años, le prendieron los galones de Sargento de Resguardo. Dos tiritas plateadas. En el Bar Kosmos se tomaron unos tragos, él y una partida de amigos. Don Néstor Gaviria no pagó ni una tanda. Por eso tomó whiskey.
LII so. Así que. ustí a stao en París. No, en París, no, señora. De Francia no conozco más que Marsella, el Havre, la Pallise. También he estao en Tolon. Pero a París nunca juí. Ahá. Como dijo que había stao en Francia. Con su permiMisia Lola se perdió tras una cortinita verde. En la salita minúsculas. muebles de esterilla, retratos y postales, macetas con helechos, dijes de conchas marinas, esteras y petates sobre el piso de madera raída, quedaron Gaviria y Teresa. Teresa? Sí, la china Teresa Gómez, aquella que trabaja en el Correo. Fué en el Cine Badell. Vencidad de asientos y coquetería de