Amauta 49 EL GAVIOTA, por José Diez Canseco. Conclusión. Véase el No. 27 de Amauta. IV en Nácar azul unánime la mar prendida el tramonto. De dónde vendrán los tumbos? Se marchan hacia el este, hacia la cos.
ta que no se adivina en el horizonte claro. Hacia allá todas las olas.
Canta el marullo en los flancos del buque. La estela se retuerce sin espumas.
Cae el sol sobre el mar. Ni un pájaro. Solo la parva de nubes tintas en rojo que viajar con el buque. Se ve venir los tumbos. Pausadamente, lentamente, van acercándose hasta el buque Lo alzan un instante, lo dejan caer, y prosiguen el viaje lento y sin objeto. Así cada tres minutos. No se cansan nunca? La brisa zumba en jarcias y en drizas. Una brisa pesada, tibia, yodada.
Lejos quedó Cabo Blanco. Se navega a la cuadra de Colombia. Los tramontos y las albas alegres rutilan como papagayos colorinos y mudos. De rato en rato, un escualo asoma el dorso aspado y plomo ¡Mar, mar amiga y locuaz, madrina de vagabundos!
Nunca viera así la mar absoluta. Siempre parcela azul enmarcada por la Isla y la herradura del puerto. Los ojos de Gaviota se dolían en el esfuerzo de adivinar distancias. Siempre eterna, constante, numerosa, perenne, la mar antigua y nueva. Sobre qué profundidad navegarían? Gaviota imaginó la masa densa, unida hasta lo infinito, inerte de cuarenta brazos para abajo. Demonio. cómo sería eso? La mar! proa del Albatros, unos delfinos jugueteaban señalando el rumbo. Navegaron un instante junto al casco. Luego desaparecieron. Ahora, la soledad absoluta. Absoluta Por el este se alzaba la noche a todo trapo. Venus rielaba plata en tumbos. otra vez, y muchas otras, la canción de la brisa entre las jarcias.
No hubo fiestas al pasar la línea. la hora del baldeo, Kalúa, el mulato de Hawai, le endilgó un cubo de agua sucia. Ese fué el bautizo. Confirmaron el nombre de Gaviota. El muchacho regañó de la broma y todos la olvidaron después. Por las mañanas, policia la madrugada, baldeo. Refregar bronces. Limpiar la cámara y literas. Después, las tardes aburridas, charlando de igual a igual con los tripulantes que contaban de tierras lontanas: Marsella, Santander, New York, Génova. Luego los puertos del Adriático. Las gentes bullangueras de Levante. Las brumas de Bretaña. Fjords escandinavos poblados de albatros lentos. Los puertos de Oriente: Yokohama, Kobe, Shang Hai. Costas de Persia, hacia Bab el Mandeb, por el Mar Rojo. Los horizontes de médanos grises.
Así se fué tejiendo la amistad entre esos hombres y el muchacho.
Pero era el nuevo. él las bromas y las pullas a que contestaba, rápido y preciso, con su ingenio de criollo. Pero siempre la barrera de respeto entre los viejos y el nuevo. Nunca se transgredió. Viendole voluntarioso y fuerte para resistir todos los trabajos de a bordo,