Guerrilleros

Amauta 39 El Coronel Callirgos, ébrio de sangre. Con una feroz sonrisa en los labios entró triunfante en Huarás.
Atusparia seriamente herido fué escondido por los suyos en casa de un señor Maguiña. Los blancos de Huarás pidieron gracia para este indio. El prefecto Iraola le expidió un salvoconducto. El mismo fué a visitarlo. Las damas de Huarás le prepararon hilas para sus heridas. Todos lo aclamaban a porfía como el salvador de Huarás, y los más exaltados pidieron hasta se levantara un monumento.
Mientras tanto en la plaza principal y en el cementerio, más de cien indios eran fusilados; entre ellos murieron los jóvenes Camino y Dorado del séquito de Mosquera.
Sigue la sublevación. La Traición de Solis.
Caído Atusparia, Pedro Cochachín el Uchcu, tomó el mando de las hordas.
Escogió a los más valientes; y a los demás, que por su gran número le servían de estorbo, los licenció, haciéndolos retirar a sus estancias.
El de mayo, sigilosamente con sus guerrilleros, escondidos entre los sembríos y arboledas, pudo ingresar a Huarás y sorprender de improviso al batallón Canta que se hallaba acuartelado en el Colegio de la Libertad. Después de hacer muchas bajas entre los soldados, se retiraron. Cuando las tropas se armaron ya los indios se habían hecho humo. Mas se vengaron asesinando a una gran cantidad de mujeres y niños que bajaban de Pumacayán a vender sus productos al mercado.
Este asesinato cobarde exasperó a los indios, que nuevamente bajaron de sus estancias y obligaron a Uchcu Pedro a cercar Huarás, con el pensamiento de exterminar a todos los blancos.
Uchcu Pedro dividió su ejército; una mitad colocó en la Cordillera Blanca y la otra en la Cordillera Negra. Huarás en medio de estos dos formidables ejércitos estaba miedosa. El plan de Pedro era incendiar y destruir Huarás para obligar a los Gobiernistas a luchar en las alturas y punas, donde los costeños se asorochaban.
Comandante de las tropas de la Cordillera Blanca era Justo Solis un mestizo, que como Mosquera se había insuflado dentro de la insurrección con fines políticos. Asustado con la órden de Pedro, escribió al Prefecto una nota en la que le pedía un arreglo de paz.
El Prefecto mandó al campamento de Solís, como sus Delegados al señor Rodulfo Santa Gadea y al Presbítero Fidel Olivas Escudero, los que lograron convencer, junto con Solís, a todos los caciques indios de no prestar ayuda a Pedro. Se firmó la siguiente capitulación. Reunidos por una parte Rodulfo Santa Gadea y Fidel Olivas Escudero, delegados de la Prefectura y Comandancia General, y por otra parte Justo Solís, comandante en Jefe de las fuerzas guerrilleras de esta banda, y los alcaldes Lorenzo Enriquez de la estancia de Cantu, Pedro Pablo de Marián, Luciano Shuan de Ukia, Manuel Casimiro Rosales de Paria, Mariano Valentín, de Carhuas, Juan Palba de Aco vichay, Carlos Romero de chacayán, Espíritu Cáceres de Chikián, León de Paz de Secse, Fructuoso Causchi de Aclla, Manuel Pío y Asencio Palma por Quillas. Además los Alcaldes ordinarios y de campo Juan Apolinario Norabuena y Manuel Corpus, después de una lar