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36 Amauta sa se apropió del nombre prócer del bandolero Zapata como vehículo para su fácil demagogia. Durante la vida de los grandes revolucionarios apunta Vladimiro Ilich Lenín. estos tienen que sobreponerse a las persecusiones. Su enseñanza inspira odios furiosos. En la guerra que se les declara entra como elemento principal la calumnia.
Pero cuando mueren, sus enemigos procuran convertirlos en pacíficos corderos, y si es posible, se les canoniza. El nimbo con que se les adorna es una especie de consuelo para los oprimidos; pero, tiene sobre todo por objeto realizar mejor una obra de engaño. Tal lo acontecido con la clara y limpia figura de Emiliano Zapata. La situación objetiva de México, su realidad económica y social fundamentalmente feudales, no podían permitir el desarrollo de un sistema de ideas modernas, especialmente entre las masas campesinas, desvinculadas de la regencia ideológica de los más conscientes, aunque incipientes, núcleos de trabajadores urbanos. Dice bien el compañero Eudocio Rabines cuando afirma que el socialismo es el engendro directo, el hijo legítimo, la negación dinámica y dialéctica del capitalismo. El socialismo ha salido de la fábrica, ha sido nutrido por el maquinismo, ha surgido como teoría y como praxis genuinas del proletariado. Cualquier hombre honrado, cualquier espíritu noble y libre, cualquier jacobino advenedixo, cualquier caudillo demagogo, pueden enunciar y predicar el socialismo, pero sólo el proletariado puede realizarlo. El hogar del socialismo es la urbe, el hogar proletario, como el del liberalismo fué el burgo. El agro puede ser contagiado y teñido por el socialismo, pero no puede gestarlo ni efectuarlo.
Emiliano Zapata, instintivo, apasionado y ennoblecido guía de las masas campesinas esclavizadas, antes de normar el contenido de su programa reivindicador en las enseñanzas y postulados socialistas que por otra parte no conocía pretende hallar en el pasado la fórmula salvadora para sus huestes hambreadas e insurrectas. Lo primero que se destaca de su ya célebre Plan de Ayala es el concepto de expropiación, previa indemnización de los monopolios territoriales, fórmula desechada aún por los ideólogos más escurridizos y ausentes del socialismo. Henry George verbigracia. Para lograr tal finalidad, invoca la aplicación de las leyes de Desamortización según la forma y el ejemplo puestos en vigor por el inmortal Juárez a los bienes eclesiásticos que escarmentaron a los déspotas y conservadores que en todo tiempo han pretendido imponernos el yugo ignominioso de la opresión y del retroceso. Vale decir, se acogía a una inspiración y a una medida liberales, remozadas ya y superadas por el propio liberalismo.
Cierto que como Emiliano Zapata no obraba presionado por fines bastardos, ni obligado a inmovilizarse en el curso de tal o cual derrotero definido; como no existían intereses creados capaces de contener sus impulsos justicieros, tampoco fuerza humana suficiente para desviarlo de sus generosos afanes, en la práctica superó y rebasó los marcos estrechos del Plan de Ayala, expropiando revolucionariamente las tierras detentadas y reintegrándolas al dominio de quienes las fecundaban y hacían producir con sus esfu rzos. Pero fueron esas exigencias propias de la acción violenta, medidas determinadas por incidencias imprevistas de la lucha y nunca con espíritu y médula socialistas.
Emiliano Zapata, más que un factor del socialismo es, pues, uno de aquellos aiducs situados en las páginas fascinantes y tremendas de Patnait Instrati. Un aiduc indoamericano surgido en horas de hondos sacudimientos revolucionarios.