un un a Amauta 23 ción contemporánea puede advertirse perplejidad. no perplejidad nacida de falta de valor, sino de conciencia clara del momento literario actual. En un Salinas, un Jorge Guillén, Alberti, García Lorca, un Gerardo Diego, esa perplejidad (llena de audacia para quien considere que ellos han renovado completamente la lírica española, haciéndola avanzar más allá de lo que la llevaron Machado y Jiménez. no ha sido más que sentido histórico de nuestra literatura y afán de comprensión futura de nuestro arte. Cómo negar audacia, valentía literaria y humana a libros como Seguro Azar. Cántico. Sobre los ángeles. para no citar más que los recientes? no se diga que eran audacias superficiales, que solo se atrevían escorzar el dibujo de unos arabescos líricos. Esos poetas han buscado una voz nueva al corazón humano y es bien cierto que muchas veces la encontraron. Jarnés desea que el arte nuevo realice otra vez la conjunción del mundo y del espíritu. Pues bien: lea las poesías de esos jóvenes, a quienes él acusa de cobardía, sin que a su oído extrañe el preciso rigor bien hallado de una forma justa, conseguida a fuerza de sabiduría, y verá como esa conjunción se ha soldado intensamente con nuevos versos. No le parecerá entonces desnuda construcción una poesía que dará a nuestra época la plenitud lírica del XVII. si después de estudiosa lectura no lo juzgara así su desdén por la estrofa, su menosprecio y burla de la perfección difícil y conseguida de la técnica poética no sería prueba contraria a la audacia y al valor y al valor de nuestros líricos, quienes a tan poco pueden ya atreverse por haberse atrevido mucho con fortuna. Costoso trabajo han dejado a los poetas venideros! vengamos ahora a todo aquello del fértil paraíso de la exuberante fantasía y del capricho desmelenado. Bien demuestra aquí Jarnés que con inquietud y atrevimiento por él negados está buscando caminos nuevos. Solo que luego de haber caído con fe demasiado dócil en congregante de aquella pasajera cofradía de la deshumanización del arte, ahora se nos aparece, heroicamente entusiasta, deslumbrado por un turbulento neo romanticismo que hace ya años vocearon unos cuantos escritores franceses jóvenes. no muy afines, precisamente, al temperamento del nuestro. reaccionando contra un idealismo intelectualista anterior, que aún sobrevive. Más acertadamente que de caprichos desmelenados y de fantasía exuberante habla también Jarnés de espíritus sinceros cuya vitalidad es una contínua creación. Este vitalismo, como aquella exuberancia, son de la misma escuela, renovada, que teorizó sobre la deshumanización y a la que Jarnés presta alucinada fé, más que de aprendiz de filosofía, de verdadero devoto del artificio estilístico y de la postura intelectual.
En suma, yo creo que el joven novelista Jarnés ha topado con cierto carácter común a casi todas las literaturas juveniles de hoy y en general a todas las de momentos literarios muy granados contemporáneos de instantes de vida muy plena y agitada ejemplo el seiscientos en Europa y no ha sabido calificarlo ni interpretar. Le ha parecido cobardía lo que más bien era intelectualización, esteticismo del arte.
No se necesitaría tanta decisión, ni tanta energía, ni tanto romántico grito de exaltación del capricho y de la fantasía desmelenados. Sería tal vez necesario, con Pascal, recordar que el corazón tiene razones que la razón no comprende. No se necesita mucha valentía para ese re