Amauta 43 Habiendo estado al tanto de la sublevación indígena de Ancash, hizo llamar a Lima al cabecilla Atusparia.
El indio que se había retirado a su estancia a convalecer de sus muchas heridas, al ser notificado por la autoridad, que le dió los emolumentos para el viaje, emprendió la marcha, acompañado de su menor hijo Manuel Ceferino.
Llegados a Lima, el Presidente de la República los recibió cariñosamente, les dijo que él, como descendiente de una Ñusta llamada Catalina, último vástago de los Incas, quería a todos los indios como si fueran sus propios hijos. Que había castigado al Prefecto Iraola y al Coronel Callirgos, por las inicuas matanzas. Que el impuesto personal y los trabajos llamados de la República quedaban abolidos.
Que había ordenado a las autoridades prestar toda clase de garantías y defender los derechos de los indígenas. El Presidente le ofreció al indio un puesto público en Huarás.
Atusparia rehusó: Taita, no puedo aceptarlo porque no sé leer ni escribir. Quiero retirarme a mi estancia, donde viviré obscuramente, llorando por siempre, la muerte de mis compañeros caídos en la Sublevación.
El General Cáceres quedó admirado del entendimiento de este indio analfabeto. Pídeme lo que quieras. menos plata) le dijo. Yo no quiero nada para mi, Taita. Mas bien. te entrego a mi hijo. Haz de él un hombre de provecho.
Antes de retirarse de Lima, el pintor Palas, hizo un retrato de Atusparia, en el que aparecía con un fusil en la mano en actitud de atacar. Además le sacaron una fotografía junto con el Presidente.
Un periódico de Lima hace el siguiente retrato de Atusparia. Pedro Pablo Atusparia, el Rey Inca. tiene 45 años de edad. Estatura mediana, aspecto enfermizo, escaso bigote, sin trenza, habla el castellana y el quechua, y se viste como los demás de su raza. Ha sido tintorero dónde don Manuel Alzamora de Huarás. En la sublevación de Ancash, se titulaba delegado y aunque no sabía leer ni escribir, visaba todos los documentos. Atusparia no es de la tela de los Restauradores de Imperios, ni se le ha ocurrido ser el fundador de una dinastía. Tiene buen juicio natural y se manifiesta celoso de la justicia. Atusparia crée que los indios sufren injustamente, sin que nadie se acuerde de ellos. Sin los derechos que todos los peruanos gozan, y más bien, si, con todas las obligaciones.
La sublevación de Ancash, hizo nacer una ola indiófila en Lima.
Los editoriales de El Comercio y de La Opinión Nacional se muestran humanitarios, doliéndose de las masacres de indígenas. Se publican algunos estudios sobre la raza quechua, y un anónimo escritor serrano, dá las gracias, en un remitido que principia así: Consuela el alma, que mientras escritores se ocupan del Afganistan, de Tonking y del Sudán, haya quién se ocupe del Perú y de los indios peruanos. Mucho debemos agradecer al autor por el amor que revela a nuestra raza, por lo mismo, que hoy se hace alarde de matarlos a millares, al mismo tiempo que se hacen esfuerzos por traer unas cuantas centenas de chinos. Cómo no agradecer nuestro benefactor incógnito, cuándo hace días, uno de los más grandes capitalistas, que a