16 Amauta Tango dei i u do Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado (de furia, y habrás insultado el recuerdo de mi madre llamándola perra podrida y madre de perros; ya habrás bebido sola, solitaria, el te del atardecer mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre, y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas, sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún quejándome del Trópico, de los coolíes coringhis, de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño y de los espantosos ingleses que odio todavía.
Maligna, la verdad, iqué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios, a almorzar en los restauranes comida fría, y otra vez tiro al suelo los pantalones y las camisas, no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte, y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses, y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.
Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras, y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie; bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces, de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre y la espesa tierra no comprende tu nombre hecho de impenetrables sustancias divinas.
Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas recostadas como detenidas y duras aguas solares, y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos, y el perro de furia que asilas en el corazón, así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora, y respiro en el aire la ceniza y lo destruido, el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.
Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración oída en largas noches sin mezcla de olvido, uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo. por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada, cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo, y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos, sustancias extrañamente inseparables y perdidas.
Pablo NERUDA.