Amauta 11 hoy la dicha suprema, y yo no pediría, no querría, no extrañaría nada más, siempre que pudiera pasar así no más que una pequeña hora por día. 1) Pero inmediatamente después de este llamado ardiente al goce de vivir en su forma más simple y más humilde, su inteligencia siempre vigilante se interpone y apresuradamente agrega: Compréndeme bien! Yo no pretendo decir que querría limitarme a esta contemplación y renunciar a la vida activa y pensante. Quiero solamente decir que mi dicha personal encontraría allí su parte y que entonces yo estaría armada para todos los combates y resarcida de todas las privaciones. Este equilibrio. perfecto tan difícil de hallar entre la sensibilidad y la mentalidad, era en ella inalterable. En otra carta, de su juventud, decía: Tú tienes allí el sol, la calma, la libertad. las más bellas cosas del mundo y en seguida entre un paréntesis. salvo el sol, la tempestad y la libertad. 2) En cualquier otra, esta inclinación doble, este complejo psicológico de acción y de contemplación, de éxtasis y de lucha, se hubiera resuelto, fatalmente, en angustia trágica; pero en Rosa Luxemburgo aquello era sólo una posibilidad más de ir al encuentro de la vida, bajo todas sus perspectivas, a lo largo de todos sus horizontes.
Siempre el mismo impulso impetuoso, el mismo ardor de generosidad para entregarse por completo a la realidad vivida en cada uno de los instantes; ya fuera el placer ligero de una noche de carnaval, durante la que ella y sus amigos recorrieron enmascarados las calles de Friedenau, molestando a los burgueses dormidos. 3) ya fueran las sesiones tumultuosas de un Congreso socialista, entre dos batallas, donde se prueba la dicha de vivir. 4) ya la dulzura penetrante de contemplar una flor amada que llega hasta la prisión en una carta, y cuidar amorosamente un pájaro, compañero único de celda (5) o el engolfarse en montañas de volúmenes de árida ciencia, y escribir La acumulación del Capital en algunos días de dicha. 6) como ella misma lo dice con frase admirable.
Era necesario que muchas y muy graves tristezas hubieran pasado sobre aquella alma, para hacerle murmurar la frase melancólica de una de sus cartas a Sonia Liebknecht: En su carta usted pregunta. por qué todo esto? Soniuska, la vida ha sido siempre así, dolor, separación, deseo. aun entonces, después de este juicio con sabor de amargura, viene la rebelión a aceptarlo así, la acostumbrada máxima de afirmación a despecho de todo: Hay que procurar encontrar en cada situación su belleza, su lado mejor. Por lo menos yo siempre lo he hecho. no por sabiduría elaborada, sino simplemente porque me salía de dentro. 7) Tenía razón al decir esto Rosa Luxemburgo: porque es preciso una suerte de vocación innata, para ver la vida en toda su descarnada realidad y continuar sin embargo amándola y buscando en ella el plano de belleza que nunca falta de acuerdo a la armonía de (1) ROSA LUXEMBURGO: Lettres a Karl et Louise Kautsky. París, 1925, pág. 233 y sig. 2) ROSA LUXEMBURGO: Op. cit. pág. 149. 3)
pág. 249. 4)
pág. 80. 5)
Ver págs. 86, 214, 224 y 265. 6)
pág. 192. ALVAREZ DEL VAYO: La senda roja. Madrid 1928, pág. 81.
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