2 Amauta las olas que acompañan los cantos del playero. El sonido es una forma como lo es el color. El paisaje es un compuesto de silencio y de luz; es un misterio extensivo, un espíritu monótono que se aduerme en la fuente con el rumor del agua y respira en las grutas su aliento de frescura. Hay paisajes femeninos donde duermen las gacelas y paisajes sabios que nos cuentan las leyendas de los ceibos historiados. Todo ceibo guarda un cuento de amor. Los árboles del trópico son más tiernos y pintureros que los de Europa. Estos son guerreros o rituales. Los viejos blancos alpinos, el árbol lobo y las encinas de los caballeros. El árbol es el pensamiento del paisaje, la lontananza es el espíritu. Un soplo panorámico, domina al hombre; cae sobre su quietismo, lo atrae a nuevos senderos. La montaña ha creado al nómada. Ese telón tendido, esos campos ocultos, la alegría de lo lejano atrajo las primeras tribus. El campo incita al movimiento, a conocer el mundo, a instruírse primariamente en la biblioteca del bosque, a penetrar en la casa terrestre donde transcurrirá la vida. El hombre es una ave migratoria; hoy con las alas que él mismo se ha aplicado, se perfecciona e integra.
Anidará según las estaciones en variados climas y hará obra de belleza con los recuerdos primorosos de su tránsito. También es una ascención mística el paisaje de la noche estrellada, de las constelaciones; campos cavilosos que cintilan, párpados que se cierran. Aquí surge la aplicación del número; otro misterio y el primer axioma. El paisaje geométrios de la peñolería y de las nieves, el de Uccello, se ve en el abismo plúmbeo y en las alturas astrales. El número, aunque de nafuraleza informe, es la síntesis de la línea. Es un infinito de limitaciones. Los egipcios, los hebreos lo consagraron. El número es un misterio necesario carente de simpatía. Pero hay una belleza griega en la geometría del cielo. Es una escala de la mente para alcanzar los espacios nocturnos y las influencias mágicas que actúan sobre el mundo y sobre las alEl número es una sentencia; pero las luces geométricas, esferales son grandiosas por la soledad que culminan. Es la ley del contraste, como el azul que vuelve rosa al blanco triste. El cubismo es el álgebra de la mayoría de las formas y puede ser él mismo un cuerpo emotivo o fantástico, en alguna chef oeuvre. El paisaje creacionista es un ar¿Será un ordenador desconocido, un artista lento y taciturno. Se creará a sí mismo al renovarse o renacer ¿Su evolución proviene de un misticismo latente o de un determinismo armónico? Desde luego existe una ley, un viento que inclina los árboles en un sentido, una luz que los relieva y decora. Los colores y sus analogías se atraen; las mariposas rojas gravitan sobre las flores encendidas; las aves hoscas, desgarbadas frecuentan los árboles agrestes. Las plantas muestran una volición al tender sus frondales y sus cimeras gráciles. Hay flores insidiosas que se alimentan de insectos bobos, que cazan cerrando súbitamente sus corolas ágiles. Sería prolijo trazar la sinopsis de estas voluntades y armonías. De la emoción libre, individual se deduce la colectiva. Hay murmurios y símbolos en la Naturaleza que nos darían la clave: La dulce melopeya en el certamen de los ruiseñores, la danza monótona de las zorras en el plenilunio, las palabras silentes y el ritornelo de las grutas melodiosas. Una creación incesante nos rodea; las líneas y las formas se suceden, arquetipos y moldes se entreven. Siempre el misterio, en el átomo, en el cosmos. Resbalamos en una lámina de acero sin alcanzar un nuevo plano espiritual. Nada sabemos de la mas.
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