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68 Amauta Por lo visto, para usted todas las armas son buenas. Sí, con tal de que estén bien afiladas. Entonces, no me explico por qué rechaza usted la violencia. Ah, eso es otra cosa. No veo por qué. Muy fácil. Lo que yo hago es socavar los cimientos del régimen, poniendo al desnudo lo que tiene de infame y corrompido. Detallar, amigo mío, detallar! Ya vendrá, cuando deba venir, el derrumbamiento. Hoffmann blande el bastón y pone ojos de pícaro.
El Comandante está furioso. No piensan ustedes más que de puertas adentro. Su lucha de clases es una querella de casa de vecindad. Lo único que les preocup son tipos como ese Brosious y sus congéneres. de Alemania nadie se acuerda! Si estalla una guerra, no pensarán ustedes más que en ver cómo mejor lo explotan para sacar adelante su programa. Se mantendrán ustedes rígidos, pero con la mano abierta.
Hoffman está radiante. Una guerral dice riéndose. Sí grita el Camandante. una guerra! Una guerra espantosa, a la que ustedes ni el Káiser sobrevivirán. Vival grito yo al oír esto, sin poderme contener; y me pongo de un salto, con un descaro increíble, entre los dos. Ve usted. exclama el comandante. Por qué has gritado ¡vival, pequeño. me pregunta Hoffmann un poco decepcionado. Porque hay guerra balbuceo, poniéndome todo colorado.
El Comandante, se ríe. Ferd se ríe y yo me río también, en mi perplejidad. Tonterías! retumba la voz de Hoffmann, ahogando nuestras risas. La solidaridad internacional del proletariado hará fracasar cualquier intento de guerra! bracea como si hablase desde alguna tribuna.
El Comandante se acerca a él. Hoffmann menea la cabeza. Usted no conoce al obrero ni el alma del obrero exclama el abogado. Pero conozco a sus jefes le replica el Comandante. Por la jornada de ocho horas y el sufragio universal serían ustedes capaces de todo. Le digo a usted que no habrá un solo socialista que empuñe el fusil. Esperemos contesta, sonriéndose, el Comandante. empuja a Hoffmann hacia la puerta.
Este agita el bastoncillo y exclama, medio en serio, medio en bro ¡Unicamente contra el Zar. Ah, vamos! Concluye el Comandante, cediéndole el paso.
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